05. CINQ

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Algunos meses atrás


Él tomó aire y abriendo los ojos giro su cabeza para observar dónde se encontraba. Estaba en medio del bosque, en un lugar desolado, olía a humo, azufre y la nieve comenzaba a derretirse.

¿Qué hago aquí?, pensaba levantándose.

No reconocía el lugar, ni siquiera sabía si estaba en un país distinto o si había ocurrido algo malo. Ese pensamiento lo hizo mirar su cuerpo y vio que tenía una mancha extraña en su camiseta. Olía bastante peculiar y mientras más se quedaba oliéndolo, su estómago y garganta ardían.

¿Qué era esto? ¿Está sensación de sed que tengo?, murmuró ahora si moviendo sus pies.

Debía salir de ahí, de ese bosque, desolado y dónde podía ocurrir algo peor, peor que lo que sucedió tiempo atrás.

Llevaba un par de meses ahí, en aquel suelo tirado, sin saber en realidad que ocurrió.

Una catástrofe. Muerte, guerra.

Ni siquiera sabía que día era, no sabía cómo estuvo tanto tiempo dormido. No sabía que había llegado ahí en contra de su voluntad.

—¿Hola?

Su voz sonaba extraña, casi inaudible, como si no hubiese tomado agua por semanas.

—¿Hola? ¿Hay alguien ahí? —Alzó la voz.

Noto al fin que sus pies iban descalzos, pero no parecía molestarle. Eso no lo lastimaba, no les hacía daño a sus talones, ni dedos. No había sangre, ni llagas, ni moretones. No sentía dolor, a pesar de que su cuerpo estaba pesado como una roca.

—¿Hola?

No quería dejar de hablar, sentía que sí lo hacía no podría creer que respiraba. Que estaba vivo.

La luz comenzó a irse, el sol se ocultaba y el cielo se teñía de tonos rojizos, blancos y azules. Quería llegar a un lugar con personas, para hacer preguntas, para que lo ayudaran, pero ¿qué pensarían cuando lo viesen lleno de sangre?

Él no sabía si era un asesino, tampoco era un ser malvado que no debía existir.

No tenía idea de qué hacer o que pensar. A dónde ir. ¿Tendría familia? ¿Una pareja? ¿Un hogar? No lo sabía.

Su mente era un embrollo inmenso.

De repente, cuando creyó que no tenía esperanzas, vio a lo lejos un pequeño bar. El cartel en neón ponía un nombre en un idioma que reconoció, aunque no supiera porque, eso lo alegró de inmediato.

Casi corrió hasta llegar a la entrada, abrió la puerta y se congeló en cuanto todos lo voltearon a ver.

Nadie le dijo nada, ni hicieron preguntas, lo vieron caminar entre las mesas, en dirección al baño. Estaba vacío, lo cual agradeció, y se miró en el espejo esperando ver algo que le dijera que había ocurrido.

Se sorprendió al ver un rostro que no reconoció. Ojos rojos, prendidos, piel pálida, pómulos altos y nariz perfilada. Todas sus facciones eran perfectas, sin arrugas, y en su interior quería solo entender.

Necesitaba que alguien, algo, le dijera todo lo que sucedió.

La puerta del baño se abrió y por ahí entró un hombre, el cual lo sobresaltó para darle una mirada confundida.

—¿Vas a usar el lavamanos? —preguntó.

Su voz era ronca, baja, y se veía amigable, pero él no quiso confiarse. No sabía si ahora estaba perdido gracias a que confío demasiado.

Divino (Celestial 3#)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora