Samid.
El cuchillo dio vueltas, rozando los apoya brazos del sofá, hasta que quedó clavado en la pared, junto a mi cabeza y a centímetros de mi ojo izquierdo.
—¿¡Es que quieres matarme!? —pregunté histérico.
—Si te quedas quieto, no creo que mueras —replicó mi hermana.
Se supone que debía estar en el instituto de México. Se supone que debía estar junto con mis amigos intentando buscar alguna pista que nos pudiera decir que estaba pasando, pero en cambio estaba en casa, la fría Praga, con Reyna practicando.
Detestaba cuando yo era la diana.
—Estoy muy seguro, de que, aunque me quede quieto, puedes clavarme el cuchillo en el ojo.
Reyna rodó los ojos, —Deja de ser tan gallina.
—Ser gallina puede hacerme vivir otros doscientos años más.
Desde la cocina oía unas ollas moverse y, cuando tuve la esperanza de que pudiera ser Eldric, apareció Darla. Ella era una híbrida, según nos contó cuando Azafeth la envío. Su padre fue un granjero, su madre bruja. Y aunque no era ciento por ciento demonio, tenía potencial y se llevaba, milagrosamente, bien con mi hermana.
No sé cómo podía. Vivía con ella desde que nacimos y aún no podía soportarla.
—¿Qué están haciendo? —indagó.
Traía una probeta en su mano y lo que parecía ser un trozo de papel de cocina.
—Reyna juega a que puede matarme antes de que sea la hora de cenar —respondí.
Mi hermana me miró mal, —Cállate.
—¿Ahora no te gusta que diga la verdad? —Mi voz sonaba fastidiada.
Me hubiera quedado en México.
—Dejen ya de pelear.
Eldric venía bajando por las escaleras y una llama azul ardía sobre su hombro.
—Yo no empecé —dijimos al unísono.
—¿Para qué es la llama? —murmuró Darla.
—Es para mantenerme comunicado con Aerin. Aunque sea mitad vampiro, sus dotes de brujo funcionan increíblemente.
—¿Aerin? ¿Estuvo aquí? —pregunté.
Hacía tiempo que no lo veía. No al menos desde esa vez que Cam, Vikk y yo tuvimos que ir a Indonesia y una familia de orangutanes nos apreso por unas cuantas horas.
Aún no podía sacar el olor a popo de mi sombrero.
—La verdad, es que no ha venido desde aquella vez que apareció con Soren —explicó Eldric—. Y aquello me preocupa.
—Tal vez se están escondiendo. Abby dice que últimamente los demonios buscan a quienes traicionaron a Aaron durante la guerra —dijo una muy intranquila Reyna.
—¿Cómo quienes? —pregunté.
—Hay muchos nombres —contestó Eldric—. Aerin por habernos dado información. Soren por ser la mano derecha de Aaron y porque ahora nos está ayudando. Hwerk, incluso, que ayudó a los Asatan. Varias hadas, vampiros que no formaron parte de sus tropas, tal vez hasta humanos. La lista es infinita.
Darla miró espantada a Reyna, pero ésta le dijo que no debía preocuparse.
—No podemos dudar que ciertos le fueron muy fiel a Aaron. Tanto que aún siguen buscando sus restos.
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Divino (Celestial 3#)
Fantasy༺ Libro tres de la saga Celestial ༻ «Azafeth, y sus amigos; Cam y Samid, tenían una nueva misión: hallar quien estaba provocando muertes extrañas, y en un lugar remoto del cual casi nadie sabía tal vez estaría la respuesta. Los tres son enviados al...