07. SEPT

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Divino volvió y también nuestros papis que nos mueven el piso.

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[xxx]

Samid.

No dudé ni un segundo mas y me lancé detrás de Ahna sin pensarmelo dos veces. Observé su pijama ondear con el viento, a medida caía rápidamente y seguía bajo aquel trance extraño, ahora con sus ojos completamente cerrados.

No, no mueras. No puedes morir.

Un metro, su cabello se movía con la brisa. Dos metros, sus ojos estaban vacíos.
Tres metros. Cuatro. Cinco. Seis.

Debo tomar su mano. Debo atraparla antes de que sea muy tarde.

A siete metros del suelo pude llegar más cerca de ella y, a pocos centímetros de que su cráneo pudiese estrellarse, apreté con fuerza la manga de su suéter y la atraje hacia mi cuerpo.

Mis pies tocaron suavemente el césped, casi seco, y la abracé oliendo su deliciosa sangre palpitar a través de su tersa piel.

Te tengo, Anha. Te atrapé.

Alcé la cabeza y vi que desde la ventana Cam y Azafeth miraban la escena aún aterrados. Oí como la respiración de ambos se calmaba, y al segundo ya estaban cayendo junto a mí.

—Ocho metros —dijo Cam.

—Ocho letales metros —corrigió Azafeth—. ¿Alguna herida? ¿Está bien?

—Está bien —aseguré—. Sino la hubiera atrapado a tiempo...

—Hubiera muerto, lo sé. —Él la miró con más atención—. ¿Ha despertado?

—No, creo que aún sigue en trance.

—Jorge dijo algo sobre un hechizo —expresó Cam, mirando fijo a la castaña.

—¿Creen que sea obra de algún demonio? —pregunté.

Azafeth miró la luna, pensativo, y colocó su arco en la espalda. Quería saber que estaba pasando por su mente, ver si realmente que ella estuviese bajo un hechizo era alguna conexión con el chico que se suicidó.

—O alguna bruja. Deberíamos volver antes de que amanezca —replicó Azafeth—. Lo mejor sería vigilarla de cerca y evitar que se mate...de nuevo.

Dimos la vuelta para poder entrar esta vez por la puerta principal del hospital sin morir en el intento. Podíamos ser unos monstruos, pero al menos éramos unos monstruos civilizados.

Además, no me atrevía a subir por las paredes con Anha sobre mi hombro. Temía que ella despertase y se asustara al ver la altura, así que prefería evitar que le diera un infarto.

—Esperen —habló Cam haciendo que Azafeth y yo nos detuviéramos. —¿Y si está cerrado?

Azafeth pareció analizar la pregunta del rubio.

—Puede que lo esté, pero Samid podrá abrirla —afirmó mirándome.

—¿Cómo?¿Quieres que le diga «ábrete sesamo» o toque tres veces para ver si el conserje amablemente nos abre a las tres de la madrugada? —pregunté sosteniendo con fuerza a Anha.

Azafeth rodó los ojos y escuché la risa de Cam, mientras comenzábamos a movernos de nuevo.

—Dices otro comentario sarcástico y juro que te golpearé  —amenazó Azafeth.

Divino (Celestial 3#)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora