Anha.
La cabeza me daba vueltas, dolía horrible, y al abrir los ojos, lo primero en lo que reparé fue una lámpara de luz blanca que colgaba del techo. La luz me cegó, tuve que cerrar los ojos y volverlos a abrir lentamente para así acostumbrarme.
¿Dónde estaba?
—Despertaste. —Una voz vino de mi derecha.
Al voltear la cabeza, noté que era Cam. Me dio una mirada de alivio y señaló del otro lado, a un Samid que estaba sentado en una silla, incómoda, y dormía plácidamente sin problemas.
El sonido de una máquina atrapó mi atención, cayendo en cuenta que estaba en una camilla y detrás de mí cabeza el monitor era lo que sonaba así. Estábamos en el hospital.
—¿Qué pasó? —Mi voz casi ni se oía.
—Te desmayaste —dijo otra voz, desconocida para mí.
Un chico de cabello naranja se presentó ante mi visión, era el mismo que apareció cuando estábamos en el bosque. Ya no llevaba puesta la armadura, sino que tenía puesto unos jeans, camiseta y tenis. Una correa cruzaba sobre su pecho y el mango de la espada sobresalía detrás de su hombro izquierdo. Ahora que la veía más de cerca no podía creer lo enorme que era.
—¿Quién eres tú? —Me deteste por sonar tan enojada.
Apostaba a que había visto dos alas anteriormente, pero en su espalda no se veía nada ahora. Creía que solo había sido una alucinación del momento por estar perdiendo la conciencia.
—Me llamo Drew —se presentó el chico.
—Tanto tiempo sin verte. Te extrañaba, hermano —dijo Cam chocando su mano con la de él.
—Hemos estado ocupados. No sólo en México han habido asesinatos —comentó Drew—. Ya van al menos diez países en los que han usado magia negra para poseer personas.
En eso, una enfermera entró para revisar mis signos vitales y dijo en inglés que ya podía irme. Salió a medida todos le dábamos las gracias, sin siquiera notar la espadota del chico, y me fije en que mi pierna estaba completamente curada. Una venda me rodeaba la pantorrilla, llegando casi hasta mi rodilla y muslo.
Volví a mirar al chico. Debía admitir que su presencia era grata, daba paz y tranquilidad. Aún así, se sentía imponente y poderosa. Me preguntaba que podía ser, porque sabía que no era ordinario.
—¿Con zombies? —preguntó Cam.
Drew asintió, —Si, pero aun no sabemos porque.
En eso, Samid abrió los ojos y se levantó tan rápido, que la silla donde estaba resonó en toda la habitación y llegó a mi lado en menos de un segundo.
—Anha. —Mi nombre se desbordó como miel entre sus labios—. ¿Estás bien?¿Te duele mucho?
—Ya no tanto, creo que los analgésicos están funcionando —susurré.
Apoyo sus brazos en la camilla y tomó mi mano. En sus ojos pude ver algo de preocupación, lo cual me hizo preguntarme que tanto podía importarle a este chico que conocía de poco tiempo. Y, a pesar de eso, sentía que lo conocía de toda una vida entera.
—No me gustan los hospitales —se quejó Samid.
—Ni a mí —secundé.
Él me ayudó a bajar de la camilla, y Drew pudo conseguir una silla de ruedas. Saliendo de la habitación, observé que estábamos en la sala de urgencias, que se encontraba llena, y para cuando llegamos al exterior noté que ya no estábamos en México. Las calles eran diferentes, la nieve caía dejando montículos sobre las aceras y autos, pero además era de noche. Definitivamente estábamos en algún país del occidente.
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Divino (Celestial 3#)
Fantasy༺ Libro tres de la saga Celestial ༻ «Azafeth, y sus amigos; Cam y Samid, tenían una nueva misión: hallar quien estaba provocando muertes extrañas, y en un lugar remoto del cual casi nadie sabía tal vez estaría la respuesta. Los tres son enviados al...