Naruto parpadeó confundido al ver el rostro lleno de incredulidad de Sakura. Incluso se había puesto algo pálida y le temblaba ligeramente la mano.
— ¿Sakura-chan? —la llamó con suavidad. —... ¿Conoces a Sasuke? —preguntó al notar la familiaridad con la que la pelirrosa mencionó su nombre.
La mujer frunció el ceño, claramente teniendo un debate mental en ese momento. Los ojos negros del Uchiha solo la miraban carentes de expresión alguna, mientras que Naruto tensaba la mandíbula al sentir la aspereza del ambiente.
Finalmente, Sakura tomó aire y fijo su mirada en su amigo.
—Antes de que entraras a la Academia, el hijo menor de Uchiha Fugaku estudiaba en nuestro grupo de clase. Sasuke-kun era un chico muy inteligente, el mejor del salón. Era bastante popular, aunque él realmente no le prestaba atención a eso. Nunca faltaba a clases, era siempre puntual... Hasta que un día se enfermó durante la mañana e Iruka-sensei decidió que era mejor que regresara a casa hasta que se recuperara, pero nunca volvió. Hubo varios rumores al respecto, pero unos días después anunciaron que había muerto en un secuestro que salió mal.
Durante todo el tiempo que habló, la voz de Sakura se mantuvo pausada y algo nostálgica, como si a su mente estuvieran regresando miles de memorias que hace mucho se mantenían en el olvido.
—Tú entraste a la Academia el año siguiente, así que no tuviste la oportunidad de conocerlo. —le dijo al rubio.
Era verdad. Naruto se había integrado a la Academia Ninja en el año en que Sakura y el resto de sus compañeros iban a graduarse, convirtiéndose todos en genin al mismo tiempo.
Antes de eso su madre, Kushina, había decidido entrenarlo para aprendiera a controlar la inmensa cantidad de chakra que, al ser Uzumaki y jinchuuriki del Nueve Colas, tenía. Le tomó bastante tiempo tomar las riendas de dicha energía. La mayoría del tiempo solía gastar chakra sin motivo porque, al tener tanto, no podía controlarlo y racionarlo correctamente.
Entonces, para que no tuviera problemas con el ninjutsu una vez que entrara a la Academia, Kushina trabajó con él de modo que Naruto adquiriera la capacidad de controlar su chakra al mismo tiempo que estudiaba con él para que pudiera estar con los niños de su edad.
Entonces, poco después de que Naruto cumpliera los once años, fue matriculado en la Academia y allí conoció a Sakura, a Shikamaru y a muchos otros de sus amigos.
En aquel entonces, el rubio sí había oído hablar del niño que solía ser parte del grupo y había fallecido sin poder llegar a graduarse, a la vez que sabía que uno de los hijos de uno de los amigos de su padre había fallecido. Pero, como era solo un niño, no le prestó demasiada atención al asunto. Pensó que ambos incidentes eran una lástima, ya que si eran niños de su edad apenas habían llegado a disfrutar de la vida. No supo que se trataba de la misma persona en ambos casos, y menos que esa persona en realidad era su destinado y no estaba muerto, sino viviendo un mismísimo calvario.
Naruto se presentó como alfa luego de cumplir los trece años, lo que estaba en el rango de las edades en que la mayoría descubría su segundo género. Ignorando los pesados días que duró su celo, estaba emocionado por ser un alfa. No porque creyera que ser alfa era mejor que ser beta u omega. A decir verdad, no le hubiera importado ser un omega, él hubiera seguido siendo el mismo. Le emocionaba saber que, como alfa, tenía un alma gemela destinada a amarle y estar con él para siempre. Podía sentir a su pareja, podía sentir el lazo invisible que les unía a pesar de que este no estaría completo hasta que se hubieran enlazado.
Aquel Naruto preadolescente se había sentido tan eufórico con ese descubrimiento... Tenía tanto amor para dar, y lo que más quería era encontrar a esa persona especial que llegaría a quererlo con la misma intensidad. Pensó que podría encontrarla durante su adolescencia, como muchos hacían. O, a lo mucho, durante sus primeros cincuenta años de vida. Pero no, no había rastros de quien debería ser su omega destinado.
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Esperándote
FanfictionNaruto Uzumaki, Séptimo Hokage de Konoha, lleva trescientos años esperando encontrar a su destinado. Sabía que estaba vivo, podía sentirlo. Le había buscado por todos los rincones del planeta, pero siempre terminaba dándose de bruces contra la pared...