Capítulo 8

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Sasuke miró con curiosidad a su alrededor, sus oscuros ojos detallando con atención cada parte de la oficina del Hokage.

Era la primera vez que pisaba la Torre Hokage en toda su vida. Era común que los ninjas, desde que se graduaban y se convertían en genin, frecuentaran el lugar para ser encomendados con misiones y pasar reportes, pero como él no había llegado a terminar la academia, nunca tuvo la oportunidad de conocer el sitio donde se encontraba.

Era un salón relativamente amplio con un escritorio en el centro y varios gabinetes que probablemente guardaban una inmensa cantidad de archivos y documentos. Detrás del escritorio había unas grandes ventanas donde se podía apreciar la vista de la aldea completa, y del otro lado, colgando de la pared, se encontraban los retratos de todos los Hokages anteriores.

El Uchiha reconoció sin problemas a los cuatro primeros, pero la mujer que ocupaba el puesto de Quinta Hokage era una completa desconocida para él. Cabellos rubio claro, una mirada severa y lo que parecía ser un rombo en el centro de su frente. "Senju Tsunade, Quinta Hokage" se leía en una placa bajo la fotografía. Era el mismo apellido que los primeros dos Hokages, así que no descartaba el hecho de que pudieran estar emparentados.

A su lado, estaba el retrato de un hombre que, aunque no estaba seguro de quién era, sí se le hacía algo familiar. Creía haber visto ese cabello plateado y desordenado y esa máscara en un hombre que de vez en cuando se detenía a hablar con Itachi, cuando Sasuke aún era un niño. "Hatake Kakashi, Sexto Hokage", decía su placa correspondiente.

Su mirada se desvió a la imagen de un rubio de ojos azules, que resemblaban increíblemente a los de Naruto.

Namikaze Minato. —leyó en un susurro.

Hasta para una persona que no los conociera sería evidente que estaban emparentados. Sasuke no recordaba haber visto ese específico color de ojos y cabello en nadie más. Era claro que Naruto había heredado esas características de su padre, aunque la forma de su rostro y sus facciones diferían bastante. Tal vez fueran rasgos de su madre, aunque todavía no había visto ninguna fotografía suya.

Continuó observando los rostros de los antiguos Hokages durante unos minutos más y luego caminó hacia la pared más cercana y se recostó en ella, cruzándose de brazos en lo que esperaba que Naruto regresara.

Se habían teletransportado aquí hace no mucho y, justo después de llegar, el rubio le había pedido que lo esperara en lo que iba a buscar a su consejero. Eso ya hacía unos veinte minutos, y la verdad era que comenzaba a aburrirse.

Cerró los ojos y frunció levemente el ceño durante una fracción de segundo justo cuando la puerta se abrió repentinamente, el Séptimo Hokage entrando abruptamente, jadeando como si hubiera corrido un maratón y con un par de bolsas colgando de sus brazos.

— ¡Uff! —exclamó este, cerrando la puerta tras de sí y buscando con la mirada a su compañero, dirigiéndole una sonrisa arrepentida. —Lo siento, salí a buscar a Shikamaru y de la nada recordé que ya es mediodía y que ninguno de los dos ha comido nada, así que salí a buscar algo para comer. —alzó las bolsas con una mano, agitándolas levemente. —Son onigiris, fueron lo más rápido de hallar y comprar.

En silencio, Sasuke caminó hacia él y aceptó una de las bolsas, abriéndola para encontrar cinco onigiris bien envueltos en algas nori.

—Son de salmón. —le informó el alfa, sonriéndole animadamente. —Podemos comer en lo que Shikamaru viene.

Sasuke pensó vagamente si le convendría enfrentar su antiguo hogar y a su padre con el estómago lleno o si debería esperar hasta que todo hubiera terminado para comer algo. Al final, ante la mirada expectante del rubio, sacó uno de los onigiris y, sin desenvolverlo del nori, le dio el primer mordisco. Naruto lo imitó, comiéndose la mitad de su primer onigiri de un solo bocado.

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