Capítulo extra 1

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El casi inaudible sonido de unas pisadas sobre la hierba, más el cántico de algunos grillos, era todo lo que podía percibirse en esa noche sin luna en las afueras del gran muro de la Aldea Oculta entre las Hojas.

El bosque que se alzaba en los alrededores parecía tener una mezcla entre místico y tenebroso, aunque esto era solo un efecto de la casi nula iluminación que había en el ambiente. El viento soplaba las hojas con suavidad, provocando el leve movimiento de estas. Sin embargo, la escenografía era lo menos importante para las dos siluetas que se alzaban en medio de la negritud.

Sasuke tenía la mirada fija en el horizonte, sintiendo los intensos ojos de su hermano posados en él. La tenue luz de la luna era lo único que iluminaba el paisaje, la silueta de los árboles apenas reconocible. Su oscura ropa le ayudaría a camuflarse en la oscuridad, pasando desapercibido para cualquier persona que se cruzara en su camino.

—Oculta tu chakra, oculta tu aroma y no titubees. —escuchó las palabras firmes de Itachi y asintió en respuesta. —Cuídate, Sasuke.

—Lo haré.

Itachi alzó la mano y le dio un toquecito en la frente con sus dedos índice y medio, tal y como solía hacer cuando era niño, en una época en la que recordaba haber vivido en paz, sin mayores preocupaciones que la mayoría de los niños de su edad.

Cruzó miradas con su hermano por última vez antes de comenzar a correr. Sus piernas lo guiaron lejos de la aldea que recordaba como su hogar de la infancia, pero que ahora había perdido todo significado para él.

Los árboles se convirtieron en manchas borrosas conforme aumentaba su velocidad. Más y más rápido, sin perder ni un segundo más.

Corre, huye, aléjate.

No dejes que te encuentre.

Saltó para esquivar un obstáculo, sus pies manteniendo el ritmo. No se detuvo a descansar por varias horas.

Debo alejarme de Konoha. Debo impedir que me encuentre. Eran sus únicos pensamientos.

Su exhausto cuerpo le obligó a parar de vez en cuando, solo el tiempo necesario para alimentarse y dormir un poco, pero su necesidad y desesperación por su libertad le impidieron ceder al cansancio. Entre más distancia hubiera entre él y aquella aldea, más oportunidades tendría de ser genuinamente libre, de tener una vida, de encontrar aquello que al fin aliviaría la presión constante en su pecho, la agonía compartida de dos almas destinadas a estar juntas pero separadas por factores externos.

La determinación marcó sus pasos por siete días enteros, hasta que el calor que comenzaba a hostigar su cuerpo lo obligó a parar.

Su corazón latió de prisa.

Esto era malo, peligroso. No podía permitirse terminar en una situación tan vulnerable cuando el riesgo era aún tan alto. Debía esconderse, ocultarse. Tenía que hacer todo lo posible para no ser encontrado.

Fue entonces que se topó con aquella cueva.


-.-.-.-


Entró al oscuro lugar sujetando una antorcha fabricada a mano para iluminar su camino. Podía sentir la sangre ardiendo en sus venas al mismo tiempo que sus músculos se tensaban dolorosamente.

Estar en celo no era algo particularmente agradable, al menos con base en su experiencia. Eran días de agonía en los que su cuerpo ansiaba algo que no podía obtener, torturándolo en respuesta como castigo por no poder satisfacer sus necesidades.

Hasta el momento, siempre había estado solo cuando llegaban esos momentos inevitables. No obstante, ahora se encontraba en el medio de la nada. Podría toparse con alguien y no ser capaz de defenderse en su estado. Por estas razones, debía ocultarse.

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