❝Hwang Hyunjin, alfa pura sangre, destacado en la sociedad por su belleza, uno de los modelos más deseado de la industria, incluso por aquellos iguales a él. Yang JeongIn, omega rebelde, renegado ante los demás por no ser sumiso pero aún así, desead...
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Los dos pequeños miraban atentos a la puerta de su hogar, Hyunjin había salido a recibir al omega que había viajado y los había dejado durmiendo o eso creía él.
—Oppa~ —murmuró la niña.
Ni–ki miró a su hermanita, quien batió sus pestañas, sabía que algo quería.
—¿Qué quieres? —arrugó su ceño.
—Galletas —hizo un puchero.
—No alcanzo el frasco de galletas Dahyun —suspiró—. Así que no puedo darte las galletas.
La menor frunció su ceño.
—¡Lo haré sola!
—¡No! —dijo mientras tomaba la mano de la menor—. Deja que papás lleguen y ellos te darán.
La niña de cuatro —ya casi cinco— años se soltó del agarre de su hermano y bufó mientras cruzaba sus bracitos sobre su pecho.
—¡Quiero galletas ahora! —gruñó la niña.
Ni–ki suspiró cansado, miró nuevamente hacía la puerta y luego volteó la mirada hacía la pequeña.
—Está bien, te ayudaré a conseguir las galletas —murmuró.
Dahyun sonrío en grande haciendo que mejillas se abulten y sus ojitos formen una medialuna, Ni–ki negó divertido mientras se levantaba de donde estaban siendo seguido por la menor; suspiró cuando miró el frasco en el lugar más alto de la cocina, tomó una de las sillas y la ubicó bajo el lugar.
—¡Yo lo hago! —dijo la niña rápido.
—Te puedes caer —regañó.
—No —la niña negó—. Practico ballet oppa, me pondré de puntitas y lo alcanzaré —sonrío.
El mayor suspiró, sabía que tratar de convencerla no funcionaría.
—Está bien —murmuró—. Pero estaré pendiente por si te caes ¿sí?
La omega sonrío mientras se subía sobre la silla, Ni–ki sostenía la silla con fuerza para evitar que la niña caiga, pero el sonido de la puerta y la voz de sus padres lo desconcentro un poco, todo pasó tan rápido que ni siquiera sabía cómo explicarlo.
—¡Dahyun! ¡Ni–ki!
Jeongin ingresó rápidamente a la cocina, su aroma desprendía preocupación y miedo por completo, chilló horrorizado cuando vio a sus dos pequeños en el piso, ambos llorando.
—¡Appa me duele! —la niña se sostenía su brazo izquierdo—. ¡Me duele mucho!
Ni–ki empezó a llorar a todo pulmón, su hermanita se había lastimado por su culpa.
