Capítulo 31 - Gael

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"𝑼𝒏 𝒑𝒐𝒆𝒎𝒂 𝒄𝒂𝒏𝒕𝒂𝒓é, 𝒚 𝒆𝒏 𝒕𝒖𝒔 𝒍𝒂𝒃𝒊𝒐𝒔 𝒅𝒐𝒓𝒎𝒊𝒓é
𝒀 𝒂 𝒍𝒂𝒔 𝒑𝒖𝒆𝒓𝒕𝒂𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝒄𝒊𝒆𝒍𝒐 𝒍𝒍𝒆𝒈𝒂𝒓é

𝑬𝒔 𝒑𝒐𝒓 𝒆𝒔𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒆𝒔𝒕𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒄𝒐𝒏𝒕𝒊𝒈𝒐
𝑴𝒆 𝒔𝒊𝒆𝒏𝒕𝒐 𝒆𝒏 𝒑𝒍𝒆𝒏𝒐 𝒗𝒆𝒓𝒂𝒏𝒐
𝑳𝒍𝒆𝒈𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒂 𝒑𝒖𝒆𝒓𝒕𝒂𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝒄𝒊𝒆𝒍𝒐 𝒚 𝒅𝒆 𝒕𝒖 𝒎𝒂𝒏𝒐."

𝑫𝒐𝒏𝒂𝒕𝒐 𝒚 𝑬𝒔𝒕é𝒇𝒂𝒏𝒐.

Me desperté temprano en la mañana. Era domingo y nuestro viaje de fin de semana llegaba a su fin, así que pretendía sacarle el mayor jugo posible al día, antes de la hora de salida del tren que nos llevaría de regreso a Madrid.

La noche anterior había acabado de la mejor manera. Una vez la fiesta llegó a su fin, nos quedamos todos reunidos en nuestra mesa, repasando la ceremonia, recordando anécdotas de los 25 años de matrimonio y compartiendo uno de los últimos momentos con la familia completa. Irene se fue esa misma noche con Raúl. Isa había quedado temprano con una amiga. Y Lina y yo nos iríamos a media tarde sin nueva fecha de regreso.
No pudimos evitar los comentarios dramáticos de mamá haciendo alusión a que ya todos éramos adultos y con vidas propias. Y volvió a repetir eso del nido vacío, la casa sin ruidos y la nostalgia por los tiempos de antes en familia. Pilar se quejó en voz alta por no valorar su presencia según ella y aquello me hizo gracia. Pilar era la más pequeña pero era tan madura para sus cortos 16 años que no podía evitar sentir una admiración especial por ella. Era la más parecida a mí en carácter, pero físicamente era la viva imagen de mamá, la única que se parecía a ella, con su pelo rubio cobrizo que le llegaba casi a la mitad de la espalda y los ojos color miel tan perfectos para su bonito y definido rostro. En cambio mis otras dos hermanas y yo, habíamos sacado el azul profundo de los ojos de papá.

Antes de ir a la cocina, decidí pasar por la habitación de Lina.
La noche anterior la había dejado allí a regañadientes, después de tenerla para mí de manera tan íntima, habiéndola besado y sentido mía, se me hacía más difícil dejarla. Pero no fui insistente. Nos dimos un último beso de buenas noches y me retiré como un buen caballero a mis aposentos.
Lo que sí me costó fue conciliar el sueño, algo que últimamente sucedía demasiado.
Di vueltas en la cama un buen rato, repasando todo lo vivido.
Estaba feliz, de eso no tenía dudas, pero un leve cosquilleo por lo que vendría no me dejaba terminar de disfrutarlo por completo.
Tenía un puto miedo de cagar todo que podía sentir cómo el corazón se aceleraba de solo imaginarlo.

Siempre había sido un alma libre en lo sexual, pasando por la cama de incontables mujeres. Me di el gusto de vivir como sentía y según lo que el cuerpo me pedía. Sin embargo ahora llevaba casi 4 meses en los que no mantenía ningún tipo de relación íntima. Y eso era todo un acontecimiento en mi vida. ¡Vaya si lo era!
Pero también debía ser claro conmigo mismo y no engañarme, no había existido tentación de hacerlo. Más allá de algún que otro mensaje de texto por parte de una o dos chicas con las que solía frecuentar, mis deseos estaban puestos plenamente en conquistarla a ella.

En cambio desde anoche, la cosa pasaba a ser distinta, empezaba a haber otra confianza con Lina, una nueva cercanía y un nuevo vínculo. Y temía no poder cumplir con mi propia promesa de amarla a su manera y como ella necesitaba. Quería hacerlo, de verdad quería, pero resistirme a sus encantos no sería tarea fácil, eso lo podía asegurar.

Entré entonces en el cuarto de Lina divisando el contorno de su cuerpo por debajo de la sábana. Su larga melena castaña descansaba a un costado y ella boca abajo se mantenía en un sueño profundo. Se veía perfecta.
La habitación ya olía a ella, a ese aroma exquisito y único que no se parecía al de nada ni nadie más. Di dos pasos en su dirección y dejé sobre la sábana blanca un girasol. El primero de los infinitos que pensaba regalarle.
Quería que al despertar fuera lo primero que sus ojos vieran.

Esperaré Para Amarte (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora