𝟐𝟔/𝐎𝐜𝐭𝐮𝐛𝐫𝐞/𝟐𝟎𝟎𝟓

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La felicidad parecía estar tan implantada en su rostro desde aquel día, tanto que le parecía imposible dejar de sonreír. Al volver a casa la energía le alcanzó incluso para poner el orden el desastre que había dejado en su habitación y que no había recogido desde aquel día en el que arremetió contra sus cosas producto de la molestia, pero ahora todo era distinto. Se sentía lleno y feliz otra vez, y no podía dejar de agradecerle a quien fuera que le hubiese concedido tal regalo.

Por otro lado, sabía que se le venía una buena. No quería hablar en palabras vacías, y la promesa que le había hecho no iba a quedar al aire. Era cierto lo que pensaba en aquel momento: si la tenía a su lado todo podía irse a la mierda. Y lo haría, si aquello era lo necesario para seguir adelante con ella no importaba sacrificar un deseo de venganza.

A lo largo de todo aquel tiempo, por no hacer referencia a toda su vida, se sintió como un nómada. Nunca sintió que tenía un hogar verdadero ni un motivo de estar en aquel mundo. La única persona que lo mantenía atado al piso era Baji, quien, independientemente de las distancias físicas jamás lo había hecho sentir solo, pero aun así sabía que las cosas eran distintas; él era su hilo conductor y su razón, pero con ella las cosas eran distintas, el cariño era igual de gigante, pero difería en su sustancia, con Dai estando presente en su vida se había dado cuenta que no solo tenía compañía, sino que por primera vez en años sintió que tenía un verdadero hogar, si es que podía considerar así a la calidez que le regalaban sus brazos cuando se acurrucaba entre ellos, a aquella sonrisa que siempre lo recibía con dulzura y aquellos labios que al besarlo parecían regalarle el "bienvenido a casa" más dulce que hubiese recibido alguna vez. Vagó demasiado tiempo sin tener un rumbo fijo, y ahora que lo había encontrado se rehusaba a perderlo.

Al terminar de ordenar la habitación terminó quedándose dormido a costa de su cansancio. Al día siguiente despertó con los ojos aletargados, se talló el rostro y salió a la sala para darse cuenta de que su madre se había ido al trabajo. No le tomó mayor importancia y buscó algo de comer en la alacena, ni él ni su madre eran los mejores cocineros, pero al menos conseguían hacer cosas comestibles. En sus mejores sueños imaginaba su vida adulta con Dai recibiéndolo después del trabajo con algo de comida de la que ella vendiera en su restaurante puesta sobre la mesa o sacándola de un microondas, pero siempre compartiendo la mesa.

Después de comer decidió mensajear a Baji y pedirle que fuera a su casa, todo con carácter urgente. Se sentía en deuda, y las mayores explicaciones sobre lo que había decidido se las debía principalmente a él, sin duda alguna; una vez enviado el texto, entró a la ducha, intentando quitarse del cuerpo los rastros de sudor que le habían quedado impregnados en la piel, así como los olores desagradables.

Salió con una toalla envuelta alrededor de la cintura, dejando que las gotas que escurrían de su cabello se deslizaran por su cara. Se colocó una muda de ropa limpia y estando a punto de colocarse la camiseta escuchó el interfono de la puerta haciendo ruido.

— ¡Ábreme, pendejo, tengo aquí media hora!

La molestia en su voz lo hizo reír y caminó hacia la puerta mientras se tallaba el cabello con la toalla. Removió los seguros y se encontró con un Baji molesto al otro lado.

— Pasa.

— Con permiso — pronunció el pelinegro para inmediatamente después soltarle un puñetazo sobre el torso.

Kazutora llevó una mano al golpe y comenzó a sobarlo para mirar a su amigo con un rostro consternado.

— ¿Por qué?

— ¡Me dijiste que era urgente que viniera y me dejaste esperando afuera media hora! — pasó una mano por su cabello en señal de molestia — ¿qué querías decirme?

𝑨𝒇𝒕𝒆𝒓𝒈𝒍𝒐𝒘 • 𝑲𝒂𝒛𝒖𝒕𝒐𝒓𝒂 𝑯𝒂𝒏𝒆𝒎𝒊𝒚𝒂 {𝐋𝐢𝐠𝐡𝐭𝐬 #𝟏}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora