𝐄𝐥 𝐡𝐚𝐥𝐥𝐨𝐰𝐞𝐞𝐧 𝐬𝐚𝐧𝐠𝐫𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨.

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El sonido de los golpes, los gritos, pisadas corriendo frenéticamente sobre metal oxidado. Olor a sangre, a humedad y a tierra impregnaban el sitio. El sol se mantenía aún en pie, como uno más de los espectadores, mientras el caos habitaba en el lugar. Personas tumbadas, golpes al aire, narices rotas y huesos con fracturas. Cansancio, miedo, sangre, más sangre. Patadas, defensas, y personas disfrutando de aquel espectáculo colmado de ira y adrenalina.

La pelea había comenzado, y él parecía un cazador en busca de su presa.

Ejecutó el plan con astucia. Vio a dos de sus lacayos tomarlo por el torso y las piernas, reteniéndolo para él, tal y como si fuera un trofeo, una presa en bandeja. Apretó entre sus manos aquel tubo de metal oxidado y caminó hacia él, disfrutando de cada momento previo a su victoria. La deliciosa ironía de ahora ser el quien lo miraba por encima del hombro, completamente indefenso. No dudó ni un segundo más, y saltó desde el techo de un automóvil en dirección a él.

El caos en el lugar fue reemplazado por el sonido de un golpe en seco, como si algo se rompiera con fuerza. Una descarga eléctrica recorrió todo su cuerpo, y sintió unas gotas de sangre salpicar en su dirección. Sonrió, completamente satisfecho. A lo lejos, escuchó el grito en seco de Draken, que terminó provocándole aun más placer. Su respiración se agitaba, jadeando de vez en cuando. Los murmullos de los espectadores declarando la derrota de la Toman aumentaron su confianza, y se sintió como un ganador por primera vez.

El cuerpo tendido de Mikey era el símbolo de victoria que le hacía falta. Pero contra todo pronóstico, aquel cuerpo inmóvil reaccionó, haciendo el intento por ponerse de pie mientras la sangre brotaba de su frente herida, soltando para él palabras que se sentían como cuchillas hundiéndose sobre su piel.

— Dime una cosa... ¿soy tu enemigo?

La sola insinuación de lo contrario lo hizo sentir molesto.

— Yo... estoy sufriendo por tu culpa.

Y todo volvió a su mente otra vez. El robo. La frialdad de una celda, la crueldad de los jueces y de los policías. La dureza de la cárcel y los dos años que había perdido encerrado tras los barrotes, los golpes del resto de reos, de los guardias. Alejar a Baji de su lado, y hasta perderla a ella. Si desde un momento él hubiera dejado de ser el mocoso caprichoso de siempre, si lo hubiera dejado seguir solo, si no se hubiera encariñado de él... todo en su vida hubiera sido mejor si Mikey jamás hubiera existido, ¿y aun así era capaz de insinuar que no era su enemigo? ¿Qué las cosas no eran culpa suya?

Otro enfrentamiento. Un montón de golpes más sobre su frente, gotas de sangre salpicando sobre su rostro, tiñendo también aquella chaqueta blanca con puntos carmesí que serían la muestra de su victoria ante los demás. Con cada choque de aquel tubo contra su rostro, estaba más cerca de enterrar el pasado, de que el culpable de toda su miseria al fin desapareciera.

— ¿Es por eso por lo que mataste a mi hermano?

El muchacho se liberó del agarre de los otros dos. Kazutora miraba atónito. No, no, no. Era imposible, no podía arrebatarle su victoria de esa manera, aquello por lo que había estado aguardando tanto tiempo no iba a ser tomado de sus manos con tanta facilidad. Estuvo a punto de huir para evitar el golpe, hasta que sintió algo impactar contra su cabeza. Su cuerpo cayó de lleno contra metal, y todo se volvió negro.

...

Corrió, pasando desapercibido entre la multitud, con un tubo de metal entre las manos, listo para atacar. Encontró a su objetivo en la cima, y nunca se sintió más determinado que en ese momento.

Baji había llegado justo a tiempo.

Pegó saltos sobre la superficie, abriéndose paso hasta llegar a él de la manera más sigilosa que pudo. Lo encontró tan ensimismado en su propia grandeza, que sorprenderlo por detrás no fue ningún problema.

𝑨𝒇𝒕𝒆𝒓𝒈𝒍𝒐𝒘 • 𝑲𝒂𝒛𝒖𝒕𝒐𝒓𝒂 𝑯𝒂𝒏𝒆𝒎𝒊𝒚𝒂 {𝐋𝐢𝐠𝐡𝐭𝐬 #𝟏}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora