𝟏𝟗/𝐎𝐜𝐭𝐮𝐛𝐫𝐞/𝟐𝟎𝟎𝟓

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¿Era posible que su vida estuviese en proceso de dar una vuelta de ciento ochenta grados en un tiempo tan escaso como lo eran dos semanas?

La respuesta parecía absoluta, aunque también era increíblemente abstracta. No estaba segura de poder utilizar el tiempo como una medida equiparable a todos los sentimientos que habían nacido en su corazón. El mundo parecía más brillante y colorido. Parecía que la vida al fin volvía a dedicarle una sonrisa después de algunos años rodeada de la fatiga de la rutina y la penumbra, el muchacho de ojos tristes pero brillantes era el rayo de sol que siempre necesitó para disipar la neblina que le rodeaba el corazón.

Sabía que sus pensamientos eran el producto del amor adolescente, pero la razón pasaba a segundo plano cuando se trataba de él; soñaba despierta con la ilusión de que, dentro de algunos años más, fuera él quien la sacudiera sobre la cama para después depositarle un beso en la frente y llevarla en su motocicleta hacia al trabajo en su restaurante, y que después de una larga jornada volvería a casa con la promesa de encontrarlo tumbado en un sofá, con una copa de algún vino que les gustase a los adultos. La recibiría con los brazos abiertos mientras ella anunciaba su regreso, y pasarían la noche viendo programas de televisión sobre doctores o policías, o quizá escuchando las noticias mientras esperaban a que el sueño los venciera y volvieran a su cama conjunta para hundirse en sus brazos y dormir ahí.

No podía evitar soñar con la vida que cualquier chica enamorada veía en las películas, y sabía que lo suyo no distaba tanto de aquel romance de fantasía que solía ver en la televisión, con la única diferencia de que todo aquello que sentía por Kazutora era más real que una simple actuación para la pantalla: era puro y genuino. Nada importaba más que aquello.

Ese era el día de la entrega del proyecto de ciencias. No podía estar más feliz por aquello, tenía unas ganas tremendas de agradecerle a su profesor por hacerla trabajar con aquel muchacho con ilusión de cretino que había terminado volviéndose el sol de sus días.

El día anterior, Dai, aun trastocada por las palabras de Baji, había terminado llamando a Kazutora antes de dormir. Escuchar su voz por la bocina del teléfono la hizo sentir consolada, ni siquiera había mencionado la charla, lo único que buscaba en aquel momento era una prueba de que todo estaba bien, y sus palabras sumadas a la dulzura de su voz la hacían estar tranquila. Aquello fue lo único capaz de hacerla conciliar el sueño esa noche y había podido descansar lo suficiente para el día que le venía.

Aparte de su mochila, ese día llevaba una bolsa donde cargaba el motor, la bombilla, una botella de agua extra, y un recipiente con la promesa que se había esmerado en preparar el día anterior.

Al entrar al salón, notó que él ya estaba ahí dentro, mirando directamente hacia la puerta, por lo que al percatarse de su presencia se levantó del pupitre y caminó en su dirección para ayudarla.

— Déjame ayudarte con eso — rápidamente el muchacho le quitó la bolsa extra y también la propia mochila, sacándole una sonrisa.

— Buenos días para ti también — Caminando a su lado rumbo a su propio asiento, Dai le dio un beso en la mejilla a Kazutora.

Para ese punto exacto las personas de su grupo estaban aun sorprendidas de que justamente ese par estuviese saliendo, seguía pareciéndoles rarísimo ver a una persona tan gruñona como Dai y a un sujeto tan escalofriante como Kazutora dándose leves muestras de cariño como tomarse de las manos o besos en la mejilla. La reputación de Dai era intachable, y al ser una persona con una belleza bastante peculiar era algo bastante normal que tuviera a unos cuantos chicos detrás de ella, solo que estos nunca se atrevían a hablarle, asustados por el carácter usualmente mandón y berrinchudo que poseía. Por su parte, Kazutora igual era bien parecido, cuando recién se reintegró en la secundaria, Dai recordaba que eran más de una las chicas que antes de siquiera haberlo visto ya suspiraban por él, y al tenerlo frente a ellas, con esa apariencia tan peculiar, reservado, pero con una reputación tan impactante tras de sí, probablemente se había vuelto el sueño de más de alguna.

𝑨𝒇𝒕𝒆𝒓𝒈𝒍𝒐𝒘 • 𝑲𝒂𝒛𝒖𝒕𝒐𝒓𝒂 𝑯𝒂𝒏𝒆𝒎𝒊𝒚𝒂 {𝐋𝐢𝐠𝐡𝐭𝐬 #𝟏}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora