Capítulo 3

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Kyla me invitó a estar con ella y sus amigas durante el receso, pero no me sentía cómodo rondando por los pasillos de la escuela para interactuar con un montón de desconocidos. Aunque intenté rechazarla, no encontré las palabras adecuadas y al final me quedé en silencio.

Todas traían sus almuerzos para no lidiar con las molestas filas de la cafetería, pero yo no traje conmigo nada similar. Mi madre me dio solo un billete para que lo gastara donde quisiera. Rechacé la idea de ir por la cantidad de personas que seguramente acudía al comedor todos los días, pero tenía hambre y las chicas se estaban apresurando para salir del aula y socializar, ya con los estómagos llenos.

Al verme inseguro, Kyla me comentó que al fondo del pasillo, antes de doblar hacia los cubículos de profesores, encontraría una máquina expendedora. Salí con rapidez hacia allá para poder volver pronto a mi única zona segura, que era junto a ellas.

Con ambas manos en los bolsillos y la postura encorvada, recorrí todo el pasillo. Ignoré a las pocas almas que caminaron junto a mí para no distraerme con mi propia negatividad. Fijé los ojos al frente hasta que visualicé claramente mi objetivo; incluso aceleré el paso para que la tortura de estar solo en un sitio nuevo finalizara más pronto.

Examiné todos los productos con calma, indeciso. Fue durante ese corto rato que una segunda persona apareció por mi espalda. Volteé de inmediato una vez que su silueta se proyectó sobre el vidrio de la máquina.

—Lo siento, no quería molestarte —saludó Rynne, retrocediendo un paso y alzando su única mano desocupada. En la otra sujetaba firmemente su café humeante.

Recargué uno de los hombros sobre la máquina, lo observé fijamente mientras los latidos de mi corazón se ralentizaban. Lentamente me incorporé, fingiendo que observaba hacia la comida empaquetada que planeaba comprar en un inicio.

—¿Estás solo? —preguntó, buscando equivocarse.

Asentí con la cabeza sin pensármelo demasiado. Nadie me había acompañado a la máquina, aunque en el aula Kyla y sus amigas pudieran estarme esperando. Era probable que su paciencia fuera aún más limitada que la mía y se fueran por su cuenta como si yo no existiera, así que no me pesó mentir.

—Yo también —Se rio a la brevedad—. ¿Te soy honesto? Todavía no puedo relacionarme muy bien con mis otros colegas.

Arqueé una ceja, volví a ladear la cabeza para contestarle sin tener que hablar. Al notarme fuera de peligro, me giré solo un poco para comprar unas galletas con chispas y un jugo de naranja. Él me estuvo observando en todo momento, sin dejar de beber su café.

—Iba rumbo a mi cubículo a perder el tiempo —añadió cuando yo estaba recogiendo el empaque de galletas—, pero viendo que estás aquí, ¿no necesitas compañía?

Su propuesta me tomó un poco desprevenido. Fruncí el entrecejo, tensé un poco los labios. No supe muy bien qué contestar, aunque fuera sencillo limitarme a decir "sí" o "no". Estaba acostumbrado a estar solo, pero eso no me relajaba. En cambio, la presencia del Sr. Rynne me hacía sentir todo lo contrario. Había calma en él, una calma que quizás yo necesitaba en ese momento.

—Disculpa, no quise incomodarte —Aunque realmente mi silencio lo incomodase más a él—. Si requieres algo, estaré en la oficina número 21. Nos vemos, Alroy.

Agitó su brazo para despedirse de mí antes de dirigirse hacia el pasillo a la izquierda.

—Espera. —Lo detuve de forma instintiva, elevando la voz más de lo que lo hice en mucho tiempo.

Él de inmediato giró el rostro, con auténtica curiosidad. Apreté un poco los labios y me aclaré la garganta. Sentí verguenza por tratar de conversar con tanta informalidad, como si le hablara a otro estudiante, como si le hablara a Adam. Era mi profesor, no podía tratarlo como si tuviéramos la misma edad.

El inestable mundo de Alroy [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora