Capítulo 5

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Dejé de ir a la máquina expendedora, tampoco acudí a los comedores. Preferí quedarme sin comer durante medio día antes que ver y hablar con el Sr. Rynne. No es que hubiera hecho algo malo, sino todo lo contrario; yo mismo era el culpable de sentirme incómodo junto a él.

Después de lo que hice el sábado en la mañana, después de masturbarme imaginando que mi profesor compartía la misma almohada que yo, no paré de incluirlo en mis fantasías. Incluso en las más indescriptibles. Me avergonzaba verlo a la cara en el instituto, en especial cuando recordaba que me había tocado pensando en él.

Rynne no me gustaba, no me producía un ardor romántico en el interior. Más bien me atraía su gentileza y su físico porque me recordaban al pasado. Sin embargo, fui realista y consciente de que él solo era uno de los tantos profesores que formaban parte de mi ambiente escolar. Un buen hombre que a todo el mundo le sonreía y ayudaba de la misma manera que a mí.

El jueves de la segunda semana, cuando la clase de Ética terminó, Rynne nos felicitó por nuestro buen desempeño antes de pedir que entregáramos la tarea. Todos pasaron al frente del aula para dejar sus carpetas sobre el escritorio, pero yo esperé un poco más a que la multitud se redujera.

No quise acercarme, pero tuve que hacerlo porque él me observó con cierta atención, esperando por mí. Avancé con rapidez, agachando la cabeza. Dejé mi carpeta encima de las demás, evadiendo cualquier tipo de contacto.

Fue como si mi propia mente tuviera el poder de manifestar lo contrario a mis pensamientos, pues el Sr. Rynne me detuvo diciendo mi nombre.

—Alroy, ¿te importaría llevar estos trabajos a mi oficina? —pidió, recogiendo sus cosas sobre el escritorio.

Guardó todo en su maletín, que después se colgó al hombro. Me hizo una seña con la cabeza para que lo siguiera, porque justo estaba por irse. Los últimos compañeros me entregaron sus tareas directo en la mano, asumiendo que le ayudaría. Esto terminó por presionarme y a no sentirme en posición de negarme.

Al final —tras pocos segundos de meditarlo— tomé las carpetas y seguí al Sr. Rynne justo como me lo pidió. Miré de reojo al resto, esperando leer en sus miradas algún tipo de pensamiento relacionado conmigo, pero nada. Solo Kyla me observó con una media sonrisa, alzando ligeramente las cejas.

Salimos del aula con pasos acelerados, en especial porque a Rynne le importaba que no llegara tarde a mi siguiente clase. Igual que la primera vez que me pidió ir a su oficina, mantuve la distancia y el silencio en todo momento.

Una vez que me dejó entrar, pidió que dejara las carpetas sobre su desordenado escritorio, pero el asunto no terminó ahí como hubiese esperado.

—Ya no te he visto en los recesos, Alroy —soltó, acercándose hasta su silla—. ¿Todo en orden?

Se quitó el saco y lo colgó tras el respaldo antes de sentarse frente al escritorio. Bajé la vista, jugueteé un poco con los dedos para pensar en la respuesta. ¿Por qué quería hablar sobre mí? Tragué saliva, intenté evadir los recuerdos del sábado para buscar una excusa creíble.

Pese a que pudiera hacer breves movimientos de cabeza para no tener que abrir la boca, decidí que lo mejor sería hablar un poco para que él no desconfiara de mí ni me notara aún más inseguro. No estaba nada acostumbrado a entablar conversaciones, menos una enfocada en mi vida, pero la atención de Rynne me invitaba a interactuar, aunque fuera solo para mentir.

—Me quedo en el salón —dije con honestidad—. Todo está bien.

Pero no lo estaba en lo absoluto, no cuando tenía que hablar con Rynne en privado después de haber tenido más de un sueño culposo con él.

El inestable mundo de Alroy [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora