Capítulo 31

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Si no fuera por Lucien, yo hubiera creído por el resto de mis días en que el hostigamiento escolar me quitó a mi mejor amigo

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Si no fuera por Lucien, yo hubiera creído por el resto de mis días en que el hostigamiento escolar me quitó a mi mejor amigo. Sin embargo, el suicidio de Adam fue el acontecimiento más planificado de toda mi vida.

Y no me arrepentía de nada.

Adam merecía estar muerto, merecía haber sufrido hasta el final. Yo me encargué a la perfección de ambas cosas y volví a recordarlo con la misma claridad de aquella época. De cuáles fueron los desencadenantes, las mentiras, las cosas que yo creé para excusar sus acciones y cuál era la verdad.

Sí, había matado a Adam. Pero él me mató primero. Y todo inició con un simple "no".

Un día, justo a la hora del receso, mis principales cuatro acosadores hallaron mi escondite en un aula que siempre estaba vacía. Solía refugiarme ahí para no lidiar con el hostigamiento, si es que ellos no me detenían primero y me llevaban a otro sitio.

Iba a encerrarme justo cuando uno logró impedirlo, empujando la puerta, causando que retrocediera de miedo y consiguiendo que los cuatro entraran al mismo espacio que yo. Uno de ellos colocó el seguro y dos movieron rápidamente una de las mesas en la entrada por si tenía intenciones de escapar. Tampoco podía salir por la ventana porque estábamos en un tercer piso.

Acepté mi destino. Sabía que me pisotearían hasta el aburrimiento, así que los dejaría hacerlo para que terminaran pronto. Era una técnica que había funcionado en el último tiempo y ayudaba a que me acostumbrara a la situación.

Los cuatro me rodearon en cuanto pudieron y empezaron a divertirse conmigo. Me insultaron antes de jalonearme, empujarme y golpearme, hasta que caí por las pocas fuerzas que me quedaron. De fondo, sus risas y sonrisas pidiendo que me pusiera de pie.

Las patadas al estómago siempre eran las que más dolían. No me hacían sangrar, pero sí vomitar y quejarme de forma inevitable, alimentando su juego. La línea entre el desmayo y los mareos siempre era fina y frágil, pero nunca consiguieron romperla. Al final esa otra versión mía que aguantaba las agresiones despertaba al mismo tiempo que yo y me regalaba parte de su energía.

Sin embargo, aquel día no fue exactamente como otro más en el instituto. Hubo algo que marcó una gran diferencia. O, mejor dicho, alguien.

Encerrado en esa aula también se encontraba Adam, observándonos a la distancia, sentado sobre la mesa que cubría la puerta, balanceando las piernas. Crucé la mirada con él en más de una ocasión, pero jamás noté intenciones de hacer algo, de ayudarme, de detenerlos. Solo estaba ahí, como un cómplice más.

—¿No vas a unírtenos? —Le preguntó Neal, causando que todos volteáramos a verlo.

Adam nunca me había golpeado como parte del hostigamiento escolar... hasta ese día. Y si bien noté en sus ojos cierta incertidumbre, culpa y duda, no se abstuvo de meterme un rodillazo tan fuerte en la cara, que me sangró la nariz al instante.

El inestable mundo de Alroy [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora