Capítulo 25

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Intenté llamar a Daron durante toda la tarde, pero jamás respondió. Timbraba unas tres veces y al final se cortaba con el mensaje de voz automático que él había grabado en alguna tarde de ocio.

Ni siquiera quise recostarme en la cama. Me quedé arrodillado en el piso, apoyando la cabeza en el colchón, con los párpados pesados de tanto llorar. La batería de mi celular se agotaba rápidamente a cada llamada y yo ni siquiera tenía energías para buscar el cargador. Solo quería que me respondieran al otro lado por un mísero minuto.

Mi pequeño mundo empezó a desmoronarse cuando pensé cada vez con más lógica. Después de haber sido descubiertos, era muy probable que no quisiera verme ni escucharme en ese momento. ¿Estaba tan preocupado como yo? ¿Pensaba en cómo lo solucionaríamos? Esas ideas era las únicas a las que podía aferrarme para no pensar en lo peor.

No quería separarme de Daron, no después de lo que hicimos y lo que nos dijimos. No importaba mucho que Kyla nos hubiera visto, ¿cierto? Nos queríamos, justo como él había dicho. Tenía que haber una solución en la que pudiéramos seguir exactamente igual, sin temores de por medio.

Pero mi razón dijo que estaba siendo demasiado optimista, yo, la persona menos optimista del mundo.

Tuve que reabrir mis heridas físicas para sentirme menos miserable. Enfocarme en eso siempre resultaba mucho más satisfactorio que detenerse en el dolor y las heridas emocionales. Al menos no hubo tanta sangre esta vez. Dejé que las marcas nuevas secaran por las próximas horas, ignorando mi necesidad de dormir. Era imposible que mis párpados se pegaran esa noche, pues mi mente no dejaba de inventarse escenarios con relación al mañana.

Tan pronto tuviera la oportunidad hablaría con Rynne, le contaría que Kyla no nos delataría, que podíamos seguir igual que antes y que, si quería sentirse más seguro, remplazáramos su oficina con mi casa.

«Me estoy engañando demasiado».

Habré dormido tal vez dos horas en toda la noche, con las piernas adormecidas y doblegadas en el suelo. Fue mi madre la que llamó a la puerta cuando yo cabeceaba de cansancio, preguntando si iría a la escuela porque se estaba haciendo tarde.

Tan pronto la escuché me levanté del suelo, recobrando parte de las energías que me quedaban. Me vestí en menos de dos minutos, reabriéndome un poco las heridas de la madrugada, pero escondiéndolas perfectamente bajo las mangas negras. Me enjuagué el rostro, lavé mis dientes y salí hacia el auto de mi madre para que me llevara al instituto.

Si corría con suerte, quizás podía toparme con Daron antes de que iniciara la primera clase del día, que justo impartía él.

Mamá notó que no me sentía muy bien, así que sugirió que descansara después de que volviera de la escuela para que me sintiera mejor; no hizo más preguntas. Quería contarle sobre todas y cada una de mis peores inquietudes, pero no podía y eso me hacía sentir aún más culpable y estresado. Cargar solo con las cosas a la larga siempre hace más daño y más pronto que tarde lo comprobé.

Al llegar al instituto busqué a Daron en cada uno de los pasillos sin éxito, pues esa mañana en especial decidió llegar más temprano al aula. Nos miramos por un instante cuando aparecí, pero bajó la vista hacia su carpeta en el escritorio, hojeándola y tal vez ni siquiera leyéndola. En sus gestos noté una muy ligera nerviosidad, aunque no fue suficiente para determinar el nivel de su ansiedad y preocupación.

Las cosas marcharon en automático una vez que el timbre resonó por los pasillos. Daron hablaba con ánimos, respondía preguntas, hacía comentarios graciosos y escribía en la pizarra como si el día anterior no hubiera sido atrapado con las manos sobre un estudiante. Fue muy decepcionante que nuestras miradas no volvieran a cruzarse por el resto de la clase, como si se esforzara por no hacerlo.

El inestable mundo de Alroy [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora