Capítulo 18

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Daron se ofreció a llevarme hasta mi casa, pero le dije que no quería volver. Ver a mi madre, después de saber lo que realmente ocurrió con nuestra familia, me resultaba incómodo y difícil. Teníamos que hablar de todas las cosas que papá se rehusó a explicarme, pero no me sentía preparado.

Mientras nos adentrábamos a nuestra ciudad, él sugirió que me quedara en su casa. La invitación tan repentina me produjo un ardor indescriptible y molestos temblores por todo el cuerpo, pero ¿a dónde más podía ir?

Tuve que llamar a mi madre para notificarle que no me encontraba en casa y que pasaría la noche en una pijamada con Kyla. Ella lo aceptó con facilidad, aunque admitió sentirse sorprendida por mi repentina ausencia. Según sus palabras, esperaba que me quedara aislado en mi habitación por más tiempo.

Rynne y yo sonreímos un poco cuando obtuve permiso de pasar la noche fuera de casa. A partir de ahí me dejé llevar por un incierto futuro junto a mi profesor, que en ese momento más bien era un hombre cualquiera.

Llegamos en menos de quince minutos.

—Me imagino que hoy ha sido agotador para ti —dijo, abriendo la puerta de su hogar—. Está bien si quieres dormir ahora, hay una habitación de huéspedes.

Asentí. No estaba tan cansado como aparentaba, pero la tranquilidad de una habitación me resultó necesaria en ese momento. Subimos en silencio por las escaleras y caminamos por el estrecho pasillo. Sujeté uno de mis brazos, abrazándome a mí mismo por culpa de los nervios y la tensión que se sentía en el ambiente.

—Ven, te prestaré un pijama —Alzó la mano y me condujo hasta su habitación, que reconocí perfectamente por haber estado en ella sin permiso.

Miré de reojo a los alrededores, identificando cada pequeño detalle de su amplia recámara. Una cama grande, con un teléfono fijo sobre el buró. Cero decoraciones, el baño y un amplio clóset junto a él que abrió sin la menor de las vergüenzas.

Me aproximé hasta la cama y me senté en una de las orillas, con el rostro agachado y los dedos jugueteando de ansiedad. Tan pronto alcé la vista, él me extendió un conjunto de ropa bien doblado que tomé con la mayor de las dudas. Miré la camiseta y el pantalón holgados con curiosidad.

Olía igual que el suéter que me prestó y las camisas que usaba en el instituto. El aroma a colonia impregnaba no solo su ropa, sino toda la habitación. Y era adictivo, demasiado. Entendía que cualquier mujer cayera por él.

«Se ha puesto esto muchas veces».

Mis manos flaquearon un poco, la respiración se me aceleró. No quería que notara mi emoción por compartir ropa, pero Daron siempre era perceptivo y parecía conocerme bastante bien.

—No seas tímido, Al. —comentó, aflojándose la corbata frente a mí—. ¿Qué no hemos hecho cosas más intensas?

Asentí, encogido de hombros. Traté de mirar en otra dirección en el momento en que empezó a desabrocharse la camisa y el cinturón; fue inevitable no examinarle con cierto cuidado. El torso de Rynne no estaba tonificado como Kyla y sus amigas creían, aunque sí que se mantenía en forma. Su piel era lisa y brillante, sin marcas o tatuajes que pudieran resaltarlo.

Estreché el pijama contra mi pecho. Me incomodaba lo que sucedía, pero también deseaba quedarme en esa habitación y admirarle como quizás ninguno de sus estudiantes haría nunca. Daron volvió a mirarme una vez que se colocó la camiseta holgada y negra. Arqueó una ceja, se acercó un paso.

—¿Necesitas ayuda para desvestirte? —bromeó, con una ligera sonrisa en el rostro.

Sabía que se me insinuaba, y sin embargo no podía ceder con tanta facilidad. Su pregunta bien podría conducirnos a esos escenarios con los que tanto fantaseaba, pero mis emociones volvieron a ser negativas en cuanto pensé en la posibilidad de vestirme con Rynne cerca. No era capaz de hacerlo por culpa de mis complejos y el dolor emocional que me provocaba recordarlos.

El inestable mundo de Alroy [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora