Capítulo 33

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Recordarlo todo fue bastante difícil de asimilar, en especial porque creí en la mentira que yo mismo armé. Creí como la gente del vecindario, como los servicios de emergencia, la policía, el instituto y hasta su propia familia.

Fue como si existieran dos Alroy dentro de mí. El que era capaz de hacerle daño a cualquiera y yo, que nací a raíz de la amnesia y construí un nuevo mundo gracias a lo que Adam dejó y la memoria difusa que recuperé.

No sabía cómo sentirme. Por un lado me aterraban la verdad, los recuerdos, lo que yo era. Por el otro no podía dejar de sentir una fuerte emoción en el pecho, similar a la de obtener una victoria muy anhelada. Mezclando todo, mi identidad empezaba a tomar forma y sentido, aunque el momento fuese totalmente inadecuado. ¿Cómo debía empezar a vivir? ¿Era correcto que alguien como yo estuviera libre?

Haberme encerrado por un año tras la muerte de Adam parecía ser una advertencia de mi subconsciente, una forma de resguardarnos a todos del peligro que yo pudiera representar. Había funcionado bastante bien, hasta que recuperé la memoria y vi al instante las consecuencias, sin esperármelo jamás.

Debajo de mí estaba Lucien, con el cuerpo extendido como una estrella en el suelo de mi habitación. Mi almohada le cubría la cara y no percibía en él ningún movimiento que se asemejara a la respiración.

Me aparté de inmediato, con los ojos bien abiertos. La música no se detuvo y la puerta continuó cerrada, tal y como la dejamos. Observé la escena, tratando de entender lo que ocurrió. En mi mente no había ninguna imagen que pudiera recordarme lo que había hecho, pero sí tenía marcas en los brazos, el cuello y el rostro, parecidos a rasguños, que probaban mi culpabilidad.

Moví a Lucien con el pie varias veces antes de sacar conclusiones precipitadas, pero no obtuve ninguna reacción. Me llevé las manos al rostro, respiré hondo, miré hacia el techo y caminé en círculos. Entre más se aceleraban mis exhalaciones, más ansioso me ponía. ¿Qué debía hacer?

Mamá estaba en casa, afuera el cielo indicaba que anochecería pronto, y yo había matado a dos personas el mismo día, una de ellas en mi propia habitación. Tenía que pensar rápido antes de que el pánico me invadiera; no podía cometer errores o sería el fin. Pero ¿cómo librarme de un grave problema que no planeé desde el principio?

Escondería el cuerpo mientras pensaba en algo.

Corrí al armario y tomé la cobija más gruesa, extendiéndola sobre su cuerpo, cubriéndolo para no tener que verlo ni tocarlo directamente. Me acerqué y le quité la almohada de la cabeza, pero en ningún momento bajé la vista. Pese a que Lucien no me agradara, no me sentía bien por lo que le había hecho.

Él solo fue una víctima por saber demasiado, por saber incluso más que yo. Temía lo que pudiera hacer con esa información, que me amenazara a cambio de algo, que me acusara si lo hacía enojar. Mi lógica no permitiría que viviera con la ansiedad constante de que Lucien me controlara con la muerte de Adam y Neal, donde fuimos cómplices. Yo era el único que tenía que saberlo... pero la carga era mucha; empezaba a sobrepasarme más rápido de lo que podía procesarlo.

Lo envolví con la cobija hasta que desapareció de mi vista. Luego lo arrastré debajo de mi cama, con su respectiva dificultad. Sudé, hice mis pausas para recuperarme del agotamiento mental y físico. ¿Qué seguía?

«Esto está saliendo terriblemente mal».

Dejé el mismo volumen de la música —que me estaba enloqueciendo— y salí al baño junto a mi habitación. Me encerré sin encender las luces, recargué la espalda contra la pared frente al lavabo. Pude verme la cara en el espejo; estaba hecho un desastre, consumido en tiempo récord por el estrés.

El inestable mundo de Alroy [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora