A Través De La Acuarela (Fanfic)

|5|

Bar.

Alex Mendoza

Veo como Raquel atiende a el cliente por la ventanilla, mientras yo estoy detrás de ella comiéndome una fresa y escuchando a Melanie Martínez.

Normalmente estaría ayudándola a servir ciertas cosas, pero como estoy en mi descanso no lo hago, je, je, je.

Mis piernas se balancean de alante hacia atrás porque estoy sentada en el mesón junto a las máquinas de helado.

Ya esta un poco oscuro, pero no me preocupo por ello, suelo desvelarme a menudo, digamos que puedo estar horas sin estar cansada, en especial si no hago nada, como ahora.

Frunzo el seño al ver que el otro auto que se detuvo para su comida rápida es el de Daniela, la mejor amiga de Raquel. La verdad no hablamos mucho, si me ha tratado bien y eso, pero a veces tenemos ciertos debates ya que nuestros ideales son muy diferentes.

Eso no significa que deje de respetarla y ser cortés, simplemente es que no convivimos mucho.

Me quito uno de los auriculares para escuchar de que hablan. ¿Por qué? Pues porque soy chismosa, no juzguen.

—¿Qué parte de secuestro no entiendes? ¿La parte en la que es involuntario y sin derecho a decir no? —bromea Daniela.

—No puede irme.

—Que sí, necia. —dijo Daniela, de forma persistente. Esa fue una de las discusiones, cabe recalcar.

En ese momento, veo a Gabriel entrar. Sus mechones rojos se escapan por su gorra, es nuestro compañero de trabajo, nos llevamos muy bien, somos buenos amigos.

—¿Qué está pasando? —pregunta él. Estamos igual de perdidos, Gabo.

El pelirrojo mira a Dani como si fuera la diosa del Olimpo o algo así.

—Gabo se encargará de la hora que queda. —dice Dani.

—¿Por qué haría eso? —cuestiona mi hermana.

—Porque eso hacen los amigos, ¿No Gabo?

—Si. —responde él, completamente embobado.

—Igual no puedo, tengo que llevar a mi hermana a casa, lo lamento. —vuelvo mi atención a la fruta, para que no sepan que las estaba observando.

—Pues, ella puede venir con nosotras —murmura Daniela—, así la cuidas.

—No gracias, yo aún tengo una hora más de trabajo. —dije convencida, no quiero ir con ellas.

—Yo las cubro. —hablo Gabo, y yo lo miro con una sonrisa forzada.

—Gracias por tanto, Gabriel. —susurre su nombre de forma amenazante.

—Vale, las espero.

***

Estamos en casa de Daniela, ya que mi hermana está buscando algo para ponerse.

—¿Este? —le señala Daniela un vestido rojo muy corto.

Mi hermana niega horrorizada.

—¿Este? —le señaló otro, mi hermana volvió a negar.

Yo veía la ropa con el seño fruncido. No juzgo a Daniela si le gustan las prendas escotadas, ya que —contar de que a ella le guste— está bien. Simplemente mi cuerpo e inseguridades me dicen: No.