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3:27 a.m.

Aeropuerto Internacional Ezeiza

Las cuatro personas habían llegado al hangar privado que se encontraba en un sector alejado del predio del aeropuerto y cuando Gustavo, el papá de la joven, estacionó el auto, todos se bajaron.

Demetrio los estaba esperando fuera del avión privado mientras que la azafata y el piloto junto con su compañero estaban dentro.

—¿Llegamos muy tarde? —Se preocupó Amarilis al verlo.

—Para nada —le sonrió y les dio los buenos días a todos—. Un placer conocerlo, señor Barrera —le estrechó la mano al padre.

—El gusto es mío, señor Cabassi. Le agradezco la oportunidad que le ofreció a nuestra hija.

—Fue un placer —sonrió—, ¿tienes solo una maleta? —Se dirigió a la chica.

—Sí y la mochila —se la mostró colgada del hombro.

—Bien —tomó la valija y la arrastró con las rueditas hacia el avión para subirla él mismo.

Los cuatro charlaron mientras preparaban todo y luego se acercó el italiano para hablarles.

—¿Quieren beber algo caliente? —Les ofreció—. Podemos esperar un rato más si gustan.

Sus padres aceptaron con algo de incomodidad y Demetrio los dejó subir al avión para que la azafata les sirviera un café a él y un té a ella.

—Yo no quiero, necesito estar un par de minutos sola —comentó y se dio media vuelta para salir del hangar.

Varios minutos después, se acercó su madre para darle un té en un vasito descartable.

—¿Por qué estás así? Tendrías que estar contenta por este trabajo, Lis.

—Gracias —le dijo y tomó en sus manos el vasito para calentarlas.

—Yo sé que no es lindo que nos separemos, los miles de kilómetros que nos separarán serán duros de llevar, pero trato de ver el lado positivo de las cosas.

—¿Qué cosa positiva le podés encontrar a este viaje? —Quiso saber con tristeza y la voz trémula—. Todo es muy lindo, Italia debe ser un país genial, pero a la larga la distancia mata —se le cayó una lágrima.

—¿Por qué aceptaste el trabajo entonces? Y no me des la justificación de que fue por nosotros.

—Pero lo fue, esa es la verdad, yo quedé desempleada y recién se estaban pagando las primeras tres cuotas del crédito. Bruno quiso que aceptara el trabajo para salir un poco de la rutina laboral que solía tener y porque haciendo cálculos nos beneficiaba a los tres. Y creeme, con solo la mitad del primer sueldo que me dará, podré pagar todas las cuotas del crédito e incluso sobrará mucho más.

La asistente personal de la Estrella ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora