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Florencia

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Florencia

Il Salviatino

Demetrio le preguntó si quería caminar por los jardines del hotel antes de ir a dormir así conversaban un poco más también. Y aunque a Amarilis le extrañó su oferta, la aceptó.

Caminaron por la arcada que tenía una enredadera con flores, asientos y almohadones, donde se encontraron a la pareja de ancianos que les había quitado una de las habitaciones que habían reservado. Estaban sentados mirando el paisaje del jardín mientras escuchaban las cosas que se decían cuando caminaban.

—¿Recuerdas esa cena sorpresa que te preparé aquí mismo?

—Claro que la recuerdo, había luces colgando de las enredaderas, una linda mesa decorada y velas. Siempre fuiste un romántico y lo eres aún —le confesó la mujer apoyando la cabeza sobre el hombro de su esposo y este la abrazó.

—Qué lindo —susurró Amarilis.

Demetrio quedó observando su perfil durante unos minutos, sabiendo que le hubiera encantado abrazarla por los hombros y darle un beso, pero ella creería que se estaría aprovechando de la situación.

—¿Qué te parece si nos quedamos unos días aquí? —cuestionó como sugerencia.

—¿Querés tomar un descanso? —Frunció el ceño de manera intrigada.

—Sí, del 29 de mayo al 1 de junio no tengo nada para hacer, podríamos quedarnos unos días aquí, le puedo preguntar al conserje, ya que nos arruinó lo de las reservas...

—Podés pedir dos habitaciones, me pago yo la estadía por los días que nos quedemos.

—¿Entonces aceptas?

—Sí, pero depende de lo que haya en el hotel. ¿Por qué querés quedarte? Entiendo que capaz estás cansado, venís desde hace días durmiendo poco.

—Te aseguro que desde que te contraté que duermo mejor y en horarios normales, antes cuando no tenía a nadie quien me organizara la agenda era flojo, no iba adonde me invitaban, un desastre era. Ya lo sabes.

—Sí, me contaste.

—Quiero descansar, pero sobre todo quiero que tú descanses, necesitas reponerte de ese golpe y creo que con los masajes que hay en el spa podrás relajarte.

—Con el tiempo el dolor se me irá, las pastillas me están haciendo bien porque no me duele tanto cuando me las tomo, eso sí, me dejan un poco somnolienta —respondió sujetándose el costado.

—¿Te duele? —preguntó refiriéndose al costado al ver que se tocaba la zona.

—Me molesta un poco, todavía no me tomé el medicamento.

—¿Cuándo te toca?

—Supongo que, dentro de un rato, no traje el celular.

—Son las once y media.

La asistente personal de la Estrella ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora