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Amarilis se descalzó, se frotó un poco los pies, se lavó las manos y se desvistió mientras se sacaba el maquillaje, y al tiempo que lo hacía la barbilla le temblaba porque supo que no iba a ser para ella semejante hombre

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Amarilis se descalzó, se frotó un poco los pies, se lavó las manos y se desvistió mientras se sacaba el maquillaje, y al tiempo que lo hacía la barbilla le temblaba porque supo que no iba a ser para ella semejante hombre. Soñaba y pretendía demasiado en la vida y lloró cuando se dio cuenta lo tonta que se sentía por un hombre que era inalcanzable. Tiró el algodón al tacho de la basura, se tomó la pastilla, se puso el pijama y se metió dentro de la cama para acostarse, ni siquiera tenía ganas de revisar el perfil.

Se quedó dormida profundamente y no se despertó hasta cuando le golpearon la puerta al día siguiente. Se quejó cuando sintió una molestia en el costado y dolores en los ovarios. Salió de la cama, entró al baño y se revisó, era lo que sospechaba, estaba en sus días hormonales, pero antes cambiarse, fue a abrir la puerta.

—¿Todavía no estás lista?

—¿Qué hora es?

—Las ocho y media.

—Anda a desayunar tranquilo, yo no tengo ganas, no me siento bien.

—¿Qué sientes?

—¿En serio te lo tengo que decir? Tengo la visita.

—¿La visita? —Unió las cejas mirándola y luego comprendió—. ¿Por qué no me dices que te vino la regla y listo? Ni que fuese algo vergonzoso.

—Sos mi jefe, no me da decirte que ando en mis días —bostezó y se refregó un ojo.

—Tengo una hermana, fue inevitable no saber de sus cosas.

—Sí, pero es tu hermana, yo no.

Amarilis sintió cómo le iba bajando cada vez más la menstruación, abrió más los ojos, y corrió hacia el baño dejando la puerta abierta.

Demetrio entró y cerró la puerta, se sentó en la silla para esperarla.

—Te aviso que estoy acá, por si se te ocurre salir en ropa interior.

Él no escuchó ninguna respuesta por parte de la chica, sino que solamente escuchó los grifos de la ducha siendo graduados y una botella de champú cayéndose al piso.

Trató de bañarse lo más rápido que pudo y cuando salió de la ducha, se envolvió en la bata de toalla y se colocó un tampón. Se sintió un poco mejor, pero tuvo que vomitar cuando le vinieron arcadas y el estómago se le revolvió.

—Amarilis, ¿estás bien? —cuestionó preocupado poniéndose de pie.

—Sí —emitió casi inaudible por los vómitos—. Madre mía, esto es terrible, qué vergüenza —expresó muy apenada y volvió a vomitar.

—¿Quieres que pregunte en la conserjería si puede venir un médico?

—No, esto me pasa cada cierto mes, ya me es normal. No te preocupes, gracias igual.

Cuando se sintió un poco mejor, se enjuagó la boca y se cepilló los dientes.

Buscó ropa de la maleta y la ropa interior, y entró otra vez al baño. Pocos minutos después, salió presentable.

La asistente personal de la Estrella ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora