Cada centímetro de ti.

Capítulo 4

Perdón por la ausencia, he tenido unos días un poco locos. Espero que os guste la historia :)

Capítulo 4.

La música envolvió toda la habitación y la voz de Ed Sheeran en Galway girl pareció llenarlo todo.

Krystian se dirigió a su habitación y tomó su chaqueta de cuero, que reposaba sobre la cama. Se la puso en silencio y pensó en irse sin despedirse. No se sentía la mejor compañía del mundo en un día festivo y lo último que le apetecía era quedarse junto a Sandra a esperar al resto de sus amigos.

Entonces escuchó el sonido de tacones golpeando suavemente el suelo del pasillo y su piel se erizó. Durante un instante pensó en Paula, en el sonido que sus zapatos hacían cuando volvía de trabajar y cuánto le recordaba ese familiar traqueteo a ella. Abrió la puerta, casi esperanzado, como si en algún rincón irracional de su mente creyera de verdad que encontraría a Paula allí, que ella lo abrazaría y que ambos volverían juntos a casa.

La vio de espaldas y durante un instante se quedó sin aliento. No pudo evitar que su mirada recorriera esa figura esbelta que lucía ese vestido como si éste hubiera sido hecho especialmente para ella. Sus ojos se fijaron en sus piernas y en la piel de sus brazos, pero no de un modo sexual, sino con curiosidad y ligera fascinación. Como si nunca hubiera esperado encontrar una visión semejante en mitad del pasillo.

Sandra se giró hacia él y sonrió ampliamente.

—¡Ta-rá! —dijo, riéndose.

Su sonrisa se le contagió al instante.

—Estás preciosa —le dedicó él con ternura.

Eso fue como un pinchazo caliente en el corazón de la joven. Sandra dio un par de pasos hacia él y apartó con sus dedos algunos de los mechones de cabello que quedaban libres en su recogido, después se dio la vuelta, mostrándole la espalda a Krystian.

—¿Me lo abrochas?

Él tragó saliva antes de extender sus brazos y tomar entre sus dedos los dos extremos de esa suave tela. No fue hasta el momento en que rozó su piel por accidente cuando comprendió que eso no era normal, que estaban compartiendo un momento raro. Se había percatado de que la piel cremosa de esa muchacha se había estremecido bajo su roce e incluso le pareció escuchar un suspiro brotar de sus labios. Krystian se apresuró a cerrar el broche y se aclaró la garganta.

—Me voy, no molesto más. Disfruta de tu fiesta, Sandra. Seguro que lo pasáis muy bien.

Ella se dio la vuelta.

—¡Espera! ¿No te quedas a tomarte algo?

—No creo que sea una buena idea, no conozco a tus amigos y... Sandra, la verdad es que no tengo claro que encaje mucho en tu fiesta de cumpleaños.

—Me conoces a mí y soy la anfitriona, ¿qué más necesitas?

Eso le sacó una sonrisa. La verdad era que Krystian no entendía que Sandra quisiera compartir su compañía con alguien como él. No había tenido un solo momento alegre u optimista en toda la semana, probablemente ese era el único instante en el que se encontraba relajado e incluso había sonreído. Pero no, aun así, Krystian no estaba para fiestas.

—Quizás más tarde, ¿vale?

La mirada esperanzada de Sandra le llegó al alma. No entendía por qué ella era tan dulce con él, por qué siempre lo había sido.

—Te guardaré un pedazo de tarta.

—Eso espero.

Tuvo un impulso antes de irse. Sandra le provocaba mucho afecto, como si en cierto modo fuera una hermana pequeña para él. Su hermana, Klaudia, era un par de años mayor que él y siempre había sido la más madura y responsable de los dos.

Sandra contempló cómo él se acercaba ligeramente a ella, con esa sonrisa triste que parecía no poder arrancarse. Le habría encantado poder besarle en ese momento, sentir su piel y su sabor, pero el gesto de Krystian la tomó por sorpresa y Sandra no pudo más que quedarse parada de pronto, notando cómo las yemas de los dedos de él se posaban en su mejilla en un gesto cariñoso. Se estremeció.

Cuando Krystian se dio la vuelta y alcanzó la puerta, Sandra aún no había reaccionado. No fue hasta que él abandonó el apartamento que ella dejó que una sonrisa se instalara en su rostro, al tiempo que alzó la mano para acariciar una vez más ese lugar que él había tocado.

¡¡Nos vemos muy muy prontito!!