Capítulo 8

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Hola de nuevo :)


Capítulo 8


No fue Paula quien abrió la puerta, para sorpresa de ambos. La mujer pelirroja y esbelta con la que se encontraron tenía ojos verdes y pómulos altos. Sus labios, perfectamente perfilados y pintados de granate, le daban un aspecto demasiado sobrio.

Icíar ni siquiera saludó, sino que simplemente los miró un segundo y se hizo atrás para dejarles pasar dentro del apartamento.

—¡Krystian está aquí! —gritó, dirigiéndose a alguien que evidentemente se encontraba dentro de la vivienda—. Y trae compañía —susurró después, aunque para ambos fue audible.

Sandra no sabía quién era esa mujer que había abierto la puerta, pero si algo era obvio ahí, es que no sentía ni una pizca de simpatía por Krystian. Y al parecer, el sentimiento era recíproco.

Cuando Paula apareció al final del pasillo, Sandra se estremeció. Llevaba el cabello oscuro recogido en una cola de caballo y, a pesar de vestir solo unas mallas de deporte y una camiseta ancha, ella la vio preciosa. Odiaba a Paula, lo había hecho desde ese momento en el que Krystian y ella habían acudido a su casa más de seis años atrás para anunciar que estaban juntos. La había mirado de arriba abajo y, por su parte, Paula le había dirigido el desdén más absoluto. Como si ella fuera un mosquito volando por la habitación, como si ni siquiera estuviera allí. Sandra había maldecido hasta la saciedad en ese entonces, pues ella aún llevaba brackets, sus mejillas lucían acné propio de su edad y era la última de su clase en dar el estirón, así que aún estaba algo rellenita. En cuanto vio a Paula, se murió de envidia y, para su desgracia, ese sentimiento tan lejano parecía volver en ese mismo momento.

Observó a Krystian en silencio para contemplar su reacción. Al pobre solo le faltaba echarse a llorar y por supuesto, también miraba a Paula, embobado.

—Llegas tarde, nos hemos perdido la clase de yoga por tu culpa —anunció Icíar con voz desagradable.

Krystian no respondió y Paula pareció algo avergonzada.

—Te dije a las seis, Krystian...

—Perdona —respondió él, como despertando de pronto—. No he podido llegar antes.

—¿Estás haciendo de canguro? —preguntó Icíar.

Krystian frunció el ceño un instante, hasta que comprendió que la amiga de su mujer se refería a la presencia de Sandra ahí. Casi como si hubiera olvidado que ella iba con él.

Sandra se percató de esto, pero no quiso hacer un drama de ello en su interior. Sabía que Krystian estaba enamorado de su mujer aún, pero eso no impediría de ningún modo que ella jugara todas sus cartas para conseguir hacerse un hueco dentro del corazón de ese hombre. Ella había perdido su oportunidad, por muy buenorra que estuviera con las puñeteras mallas de hacer yoga.

—No, eh... Sandra es la hermana de Nando. Ha venido a echarme una mano.

—Ah, qué bien —murmuró Icíar de forma seca.

¿Pero esa tía de qué iba? Sandra la miró con los ojos entrecerrados y estuvo a punto de decirle algo, pero optó por cerrar el pico y tratar de ser amable... de momento. Aun así, no se privó de contestar, pues Icíar la había aludido directamente.

—Podríais haberos ido a yoga si queríais —dijo Sandra con una sonrisa algo tirante—, nos hemos entretenido un poco por el camino, pero tenemos la llave del apartamento y podríamos haberlo recogido todo nosotros.

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