Capítulo 33

249 26 9
                                    

¡Hola, reinas y reyes! ❤️😍❤️ Me ENCANTA este capítulo, espero que a vosotras también.

Capítulo 33

Sinceramente, no se le ocurría a quién más llamar. Sí, era cierto que podría haber buscado un autobús o parado un taxi por la calle... pero en ese instante solo una persona vino a su mente y Sandra supo que tenía que llamarlo. Tenía que hablar con Krystian.

—Necesito que me lleves al hospital —dijo ella en el teléfono después de explicar la situación en solo un par de frases.

Y Krystian no dudó ni un instante. En apenas dos minutos tomó las llaves de su casa y salió del apartamento para pasar a recogerla a su casa. Ni siquiera habían pasado diez minutos cuando él ya estaba allí.

Sandra entró al coche, nerviosa y sonriente. Él la observó unos instantes, maravillado por la luz que parecía irradiar. No dijo nada, tan solo le recordó que se abrochara el cinturón y ella, con manos temblorosas, lo hizo. Segundos después, ya estaban en la carretera y Krystian apretaba el acelerador tanto como podía hacerlo sin arriesgarse a una multa terrible.

—Se ha adelantado, ¿no? —preguntó él.

—Sí. Se supone que debería nacer dentro de una semana y media, pero Gracia se ha levantado indispuesta hoy y al final ha roto aguas al mediodía. Minerva no había querido avisarme porque sabía que el proceso de dilatación podía tomar muchas horas... pero al parecer ya está de parto.

—Espero que todo salga bien y acabe pronto.

La ilusión se escuchaba a través de las palabras de la joven y Krystian se giró hacia ella, sintiendo que acababa de contagiarle la sonrisa. Llevaba sin verla... ¿cuánto? ¿Casi tres semanas? Ni siquiera habían hablado en todo ese tiempo y, a esas alturas, él se iba a Polonia en apenas un par de días. Tristemente para ambos, su relación se había tornado en lo que ambos habían temido: un «quisimos, pero no pudimos». De todas formas, Krystian era lo primero en lo que Sandra había podido pensar cuando Minerva la había llamado para avisarla de que Gracia estaba de parto.

—¿Tú cómo has estado? —preguntó Sandra—. Ocupado, imagino, ¿verdad?

—Mucho —respondió él—, apenas he tenido tiempo de nada.

—¿Cuándo te vas?

—El jueves.

Escuchar eso era un poco como sentir que alguien le estrujaba el corazón. Se iba el jueves y ya era martes. Y, evidentemente, no había nada que ella pudiera hacer para detenerlo... ni tampoco estaba segura ya de querer hacerlo si esa era su decisión.

—¿Has hablado con Nando? —le preguntó directamente Sandra.

Entraron en el aparcamiento del hospital en ese mismo instante y, durante un momento, todo se volvió oscuro a su alrededor, por lo que Sandra no pudo leer la expresión de Krystian. Tardaron unos segundos en volver a ver las luces que iluminaban el inmenso aparcamiento.

—No ha vuelto a cogerme el teléfono —respondió con voz seria, apretando la mandíbula para asegurarse de que su expresión no se alteraba—. Nando no quiere saber nada de mí y me toca aceptarlo. Aunque me parezca injusto.

—Yo tampoco he hablado mucho con él —confesó Sandra—. Amenazó con contárselo todo a mi padre, ¿lo sabías?

Krystian alzó las cejas.

—¿Y tú qué hiciste?

Sandra mostró una sonrisa satisfecha

—Bajé al salón y se lo dije yo misma. Ya ves, como si me pudiera chantajear con algo de lo que me siento orgullosa, algo que me hace feliz. Mi hermano está actuando como un auténtico imbécil.

Cada centímetro de ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora