Me he pasado toda la mañana respondiendo correos. A pesar de tener vacaciones, no puedo descuidar mis obligaciones y pasarle toda mi agenda a una persona que no conoce a mis clientes. Me niego a perderlos, pues bastante me ha costado que confíen en mí.
Luego he tenido una videoconferencia con mi jefa para hablar sobre el proyecto de la fiesta de Navidad. Aunque no me lo ha pedido, siempre he querido encargarme de organizarlo. Es una de mis épocas favoritas y siempre se lo ha cedido al resto, pero este año no va a poder decirme que no.
—Charlotte, ¿dónde te has metido?
Ella arruga la nariz e intenta mirar por detrás de mí, pero me acerco más para tapar el fondo.
—¿Has leído mi propuesta? —intento cambiar de tema. Cindy desvía la mirada y coge unos papeles.
—Matthew ya ha empezado con los preparativos. —Sus palabras me golpean como si yo fuese un saco de boxeo y tengo que disimular para que no me vea afectada, pero no lo consigo—. Utilizaremos algunas de tus ideas.
¡Como si eso fuese a consolarme!
De repente, alguien golpea mi puerta. Cuelgo rápidamente y me acerco para ver quién es, pero cuando abro no hay nadie, solo una carta en el suelo, con el mismo sello que la anterior.
Aun con la tristeza anclada en mi pecho, me agacho y cojo la carta.
—Veamos qué me cuentas, querido amigo —me digo a mí misma mientras cierro la puerta de nuevo.
—¡Charlotte! —dice una voz masculina y reconozco el acento de Jacques.
Abro la puerta rápidamente con tan mala suerte que le golpeo con ella. Exclama algo que no entiendo y se lleva las manos a la parte inferior de su cara. Guardo la carta en el bolsillo y me acerco a él con preocupación.
—Dios mío, lo siento. —Menuda torpe soy. Él se tapa la nariz—. Déjame ver.
Tiene las manos manchadas de sangre. Se las quito lentamente y compruebo que el hueso de su nariz esté bien. Sus ojos oscuros me miran con una mezcla de dolor e intriga. E intento devolverle una mirada de disculpa cuando acabo de inspeccionar.
—No parece que esté rota, pero tenemos que detener la hemorragia —concluyo, cogiéndole la mano para llevarle al baño. Ahora mis manos también están manchadas.
De lo alto del armario, saco una caja en la que dentro hay un montón de medicamentos, gasas y material suficiente para curar a todo un regimiento. Cojo un poco de algodón y lo humedezco con agua para limpiar la sangre.
—¿Acostumbras a golpear a todos los tíos que se te acercan? —se burla y emite un quejido cuando aprieto el algodón sobre su nariz. Su tono ahora es tan nasal que resulta cómico.
—Inclina la cabeza hacia abajo —vuelvo a hablar, centrada en mi único objetivo. Él me obedece.
Su piel es cálida y suave, pero procuro no tocarle demasiado.
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Doce días para Navidad © |COMPLETA|
RomanceLa Navidad se acerca y en el hostal Serendipity tienen todo perfectamente planificado. Todos los años realizan un campamento con varias actividades para avivar el espíritu navideño. Quién le iba a decir a Charlotte que se iba a pasar sus vacaciones...