6 | On the sixth day of Christmas

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—Buenos días, Blancanieves —me dice Juliet nada más verme y la miro con el ceño fruncido—

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—Buenos días, Blancanieves —me dice Juliet nada más verme y la miro con el ceño fruncido—. Me he dado cuenta de que te pareces mucho.

—Se ve que no heredé el pelirrojo de la familia —respondo, soltando una carcajada irónica. Ella me da un golpe en el hombro, me sirve una taza de té y se sienta a mi lado.

—Jacques me contó lo que ocurrió ayer.

—¿El qué exactamente? —pregunto con duda. Solo espero que no se atreviera a contarle lo del incidente del baño. Si es así, debería insistir en que haya baños individuales, no puede ser que tengamos que compartir.

—En la actividad de los aros, ¿por qué no me lo contaste?

—¿Que odio el trabajo administrativo? —añado a la defensiva. Ella me mira alzando las cejas y yo resoplo—. Hace tiempo que dejé de hacer lo que me gusta y cada vez que intento proponerle algo, le parece pasado de moda o que quiero abarcar mucho yo sola.

—¿Y qué plan tienes? Porque no puedes seguir así.

—Antes de cenar tengo una videoconferencia con mi jefa.

—Y mañana te irás.

—Bueno, tengo que hacerlo. No puedo estar siempre de vacaciones. —Me encojo de hombros.

—Puedes hacer otras cosas. Aquí hay mucho trabajo siempre.

Estoy a punto de contestarla cuando aparece Zoé por la puerta con los ojos llorosos. Nos mira y se lanza a mis brazos.

—Papá se ha ido.

—¿Cómo que se ha ido? —le pregunto, confusa y ella asiente.

—No está en la habitación.

—Seguro que está en la ducha —añade Juliet para quitarle importancia, pero Zoé está realmente asustada. Niega con la cabeza, asegurándonos que no le ha visto por ningún lado y me levanto.

—Vamos, le encontraremos —contesto, cogiéndola de la mano mientras caminamos hacia la entrada.

Todavía llevamos el pijama, pero da igual. Nos calzamos y nos ponemos los abrigos. Hoy no hay tanta nieve, por lo que podemos caminar con tranquilidad.

Fuera nos cruzamos con Ryan, que está cortando leña para la chimenea. Juliet se tiene que quedar en el hostal.

—Le he visto salir hace una hora. Iba al centro.

Caminamos con cuidado hasta llegar a la calle principal, donde hay mucha gente. Están poniendo un mercado navideño. Me quedo mirando hacia los puestos, viendo a la gente trabajar, pero no hay ni rastro de él. Cuando llegamos al final de la avenida, damos la vuelta para regresar al hostal.

—¡Papá! —exclama Zoé. Se suelta de mi mano y va corriendo hacia Jacques, quien me mira confuso. La coge en brazos y la llena de besos por toda la cara. No puedo negar que me parece lo más tierno del mundo y siento que sobro.

Doce días para Navidad © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora