4 | On the fourth day of Christmas

494 61 11
                                    


Cuando llego al comedor para desayunar, todos están sentados a la mesa

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cuando llego al comedor para desayunar, todos están sentados a la mesa. Incluso Zoé, quien, en cuanto me ve, corre para darme los buenos días.

—¿Por qué has tardado tanto?

Me quedo mirándola sin saber qué decir. No, no pienso admitir que llevo dos horas despierta y que desde entonces he estado preparando la documentación para la fiesta de Navidad, porque SORPRESA, Matthew está demasiado ocupado.

Entonces ella me da un abrazo.

—Zoé, deja a Charlotte tranquila —replica Jacques mientras coge una tostada y se la acerca—. Toma, que no has comido nada.

¿De qué va este? Frunzo el ceño sin comprender su actitud hacia la pequeña, como si la conociese de toda la vida, y me siento en la otra punta de la mesa. Juliet me trae mi taza de té y deja unas galletas sobre la mesa para que todos coman.

—Te he guardado unas cuantas —susurra y me guiña el ojo. No me doy cuenta de lo agotada que estoy hasta que intento sonreír y no soy capaz.

Remuevo el té hasta crear un remolino mientras escucho el murmullo de voces de fondo. Cuando Rose me toca el hombro cariñosamente, doy un respingo y ella se ríe, aunque por su mirada sé perfectamente lo que está pensando.

—¿Nos ayudas a decorar? Tú sabes mucho de esto.

—¿Decorar?

Entonces Ryan aparece arrastrando un árbol gigantesco por el pasillo. Jacques y Marlene se levantan corriendo para ayudarle. Luego August se les une y entre los cuatro lo levantan en la esquina más luminosa del comedor.

—¡Es gigaaaante! —exclama Zoé saltando de un lado para otro.

—Juliet nos ha pedido que la echemos una mano y creo que te vendrá bien —me dice Rose en un susurro cómplice. Esbozo una pequeña sonrisa mientras camino junto a ella.

—Todos los adornos están en el sótano —explica Ryan—. Charlie, ¿me acompañas?

—Yo quiero ayudar —comenta Priscila con timidez y yo la cojo del brazo para que baje con nosotros.

Las cajas son bastante pesadas, pero entre tres resulta mucho más sencillo cargar con todo. Priscila tiene más fuerza de la que pensaba.

Cuando regresamos al comedor, el árbol está completamente libre de nieve. Le han puesto una sujeción alrededor del tronco y están decorándola para que no se vea.

—¿Está bien así? —pregunta Marlene mirándome, pero en cuanto Priscila aparece detrás de mí con la caja se levanta para ayudarla.

—Hemos puesto esta lona, pero no nos convence —interviene Rose pensativa.

En ese momento, se me ocurre una idea.

—Coged todas las telas que encontréis, yo vengo enseguida.

Doce días para Navidad © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora