El frío se ha colado por debajo de la manta, a pesar de tener al lado el calefactor, y tengo los músculos entumecidos. Un señor vestido todo de azul me mira extrañado desde la puerta de casa. Al verle, Juliet grita del susto y se incorpora rápida y torpemente.
—Vengo a traer... —Se detiene un segundo para mirar algo en sus documentos. Me levanto corriendo sabiendo que es mi maleta y que por fin voy a poder ponerme mi ropa—. A la señorita Gaillard.
Me detengo en seco al escuchar el apellido y Juliet asiente como si se hubiese acordado de algo justo en ese momento. Del coche del hombre sale una niña rubia de unos ocho años, con las trenzas perfectamente hechas y los ojos más azules que he visto jamás. Lleva una mochila morada. El hombre la acompaña al interior junto con una maleta del mismo color. Qué envidia. Ella sí que tiene su ropa.
—¿Quién es? —le pregunto a mi prima con curiosidad. No entiendo cómo pueden dejar que una niña viaje sola.
—Me llamo Zoé —responde la pequeña. Vaya, sí que tiene un buen oído—. ¿Y tú quién eres?
—Charlotte.
Ella me coge la mano y la sacude a modo de saludo. Luego sonríe y suelta una risotada. Los niños de hoy en día son muy espabilados.
—Oye, Zoé, ¿qué te parece si la ayudas mientras yo llevo tus cosas a la habitación? —sugiere mi prima cogiendo las maletas para no dejarle otra opción—. Íbamos a decorar la casa, pero tengo mil cosas que hacer.
—Espléndido —responde la niña y me coge de la mano para que la lleve al lugar. Hace tanto que no trato con niños que me da miedo decir algo fuera de lugar. Sin embargo, Zoé es tan simpática que no me cuesta nada entablar una conversación con ella.
—Entonces, ¿has venido en avión? No sabes la suerte que has tenido, al menos tu maleta ha salido viva del viaje.
—¿Qué le han hecho a la tuya? —me pregunta con el ceño fruncido mientras coge una tira de espumillón.
—La perdieron, ¿te lo puedes creer? —resoplo y niego con la cabeza. Luego miro el espumillón que ha cogido y le indico dónde tiene que ponerlo.
Me gusta trabajar con ella. A pesar de su corta edad, parece muy respetuosa y entusiasta. Me hace mucha gracia cuando intenta utilizar palabras complicadas que seguro que ni entiende. Se llevará genial con August.
Un rato después se nos une Priscila con la excusa de que quiere aprender trucos de diseño de, como me llama ella, «la reina de la decoración».
—Me quedé asombrada cuando vi cómo ambientaste todo Harrods el año pasado.
—Quisimos darle a la historia de El cascanueces otro punto de vista —respondo con orgullo—. Somos un grupo muy grande.
—Todos sabemos que la de las ideas eres tú —añade guiñándome el ojo—. Muchos de los consejos de tu blog me ayudaron para decorar mi casa. Las guirnaldas fueron un éxito.
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Doce días para Navidad © |COMPLETA|
RomanceLa Navidad se acerca y en el hostal Serendipity tienen todo perfectamente planificado. Todos los años realizan un campamento con varias actividades para avivar el espíritu navideño. Quién le iba a decir a Charlotte que se iba a pasar sus vacaciones...