¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Shane
Me pierdo entre la verja que separa el corredor y la habitación de la mojigata.
Ella entabla una conversación muy animada con Yusef, lo cual me cabrea.
«¿Por qué no puede conseguirse a sus propias putas y deja de merodear a las mías?» increpo rabioso jalando de la perilla. Me adentro totalmente sacado de la pena.
—Cambias tu área de caza por unos pocos días y todo el mundo olvida lo que ordena la ley. —me meto las manos dentro de los bolsillos de la chaqueta. Las botas pesadas resuenan sobre el asfalto de mármol. La mojigata se pone inmediatamente de pié, finalmente Yusef. Ambos borrando las sonrisas— ¡Oh, no se molesten! —ironizo—, ¿Les traigo un condón? ¿Un té?
—Gracioso. —Yusef se incorpora encaminándose hacia la salida. Lo detengo apretandole el brazo, ejerzo presión y él opone fuerza endureciendo el bícep.
—Andate a la mierda y no te metas con lo mío. —bufa antes de marcharse dando un azotón a la puerta. La mojigata tiembla cuando me le acerco, le empuño el cabello, le levanto la cara y pego su boca a la mía con dureza—. ¿Te cosquillean los muslos o que? —niega. El sonido de la saliva gruesa que traspasa su garganta, el miedo que emana y la vestimenta diminuta solo ocasionan que se me engorde la polla—, maldita mojigata... —le tefriego la erección en el vientre bajo, ocasionando que suelte un jadeo reprimido.
Meto la mano dentro del camisón en busca de lo que quiero, la mantengo pegada a mi cuerpo en todo momento antes de deslizar la mano dentro del suave pantie y palpar la humedad de su entrepierna. La saliva se me aliviaba y me veo a mi mismo fantaseando con comerle el coño a esta hija de puta.
La aviento sin cuidado a la cama dejándola boca arriba. Asustada y excitada, mi combinación favorita.
Me coloco encima de ella, le abro las piernas con la rodilla y le hundo las muñecas en el colchón sosteniendo las sobre su cabeza con una sola mano. Con la otra, no me detengo a ver que es lo que quiere. Toco cuanto puedo, cuanto quiero y no me importa, pues la tipa comienza a soltar jadeos cuando apenas rozo los dedos sobre el pezón erecto que se dibuja bajo la delgada tela del camisón. Decido torturarla un poco, moviendo la pelvis que queda justo en el monte de ella, la fricción es deliciosa. Le pellizco el montículo entre mi dedo índice y medio, pasándole la lengua por los labios.
—¿Te gusta esto, pequeña puta? —espeto y no porque lo sea... o tal vez si. Pero todo lo que ha pasado con la mojigata ha sido consensuado, tampoco diré que soy un maldito violador, pero de igual forma no diré que soy una perita en dulce. Ella se limita a jadear y su confirmación llega cuando siento como eleva la pelvis buscando de la fricción que minutos antes le estaba dando.
—Espera... no... —musita regresando a la realidad—, tengo novio... —me parece imposible no soltar una risotada.