XII. Burbuja de amor
Grace
Floto, floto demasiado alto cual ave surcando los cielos y mi comodidad me imposibilita el poder despertar del sueño tan reparador que estoy sintiendo.
Los quejidos de bebé me obligan a abrir los ojos, me remuevo en busca de estirar las extremidades pero el brazo pesado que me rodea el cuerpo me impide el movimiento. Levanto el cobertor y nos veo en una completa enredadera de piernas y brazos. Él me abraza por detrás y su brazo izquierdo reposa el rededor de mi cuerpo, aunque no es eso lo que me llama la atención. Es más bien el lugar donde yace colocada su mano.
Si bien es sabido que detesto dormir con sujetador y él lo sabe, era evidente que posteriormente tendría su palma cubriendome el pecho por debajo de la blusa.
Cuando me remuevo, lo masajea como si fuese su antiestrés. Retiro rápida y sigilosamente la mano y me levanto cuando Einer hace el amago de querer comenzar a llorar. Me lo llevo de regreso a la cama y me acuesto de lado dejándolo a mi izquierda. Bajo la tira y comienzo a amamantarlo. Este se me pega como si no hubiese comido en años.
Glotón.
Sostengo mi cabeza con el talón de mi mano mientras lo observo. Le acaricio el cabello finito y lo beso, dejando que el olor a bebé se me instale hasta en lo más profundo.
Siento movimiento a mis espaldas y nuevamente la mano del irlandés se mete bajo mi blusa en busca de lo que más le gusta tocar. Se adueña del que me queda libre y se me vuelve a pegar a la espalda. Sigue adormilado.
—Comparte con la plebe... —murmura cuando siente a Einer. Reprimo una sonrisa tomando su mano entre la mia y dejo un casto beso sobre el dorso—, amamantame a mi... —sonrío y lo vuelve a tomar para después estrujarlo suavemente.
Sus ojos ahora están abiertos y los de mi bebé lo observan asomarse por encima de mi cuerpo intentando bajarme la segunda tira de la blusa. Lo manoteo divertida y este me mira mal. Einer sonríe y aletea los bracitos como si le divirtiera la situación. No puedo evitar reírme.
Niall lo deja comer tranquilo, pero no se limita a la hora de besarme el cuello y suspirar.
—Buenos días —sonrío.
—Buenos días señora.
—Señorita. —corrijo—. Todavía no soy señora.
—Lo eres en esta casa, así que señora.
Sacudo la cabeza divertida mientras sigo acariciando despacio el cabello de Einer y con la segunda mano, el cabello de Niall, quien ha pegado la mejilla a mi pecho libre mientras lucha por bajar la tela de mi blusa. —Pervertido.