25. El accidente (parte 5)

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—Devon —empecé—, ¿sabes cómo funciona el juego de las veinte preguntas?

—¿El juego de las veinte preguntas?

—Claro, quiero un intercambio de información, no quiero un monólogo. Puedo empezar yo, ya que estoy en una clara desventaja, pero la idea es que nos intercambiemos el turno de pregunta. De esta forma, si quieres saber más sobre lo que te puedo ofrecer, primero tendrás que responder a mi pregunta, y viceversa.

—¿Entonces me concedes el honor de ser el primero en preguntar?

—Te cedo la palabra.

—Muy bien... —Reposó el dedo índice en la barbilla, fingiendo pensar—. Entonces, ¿para quién trabajas?

Esa pregunta me la esperaba. Al fin y al cabo, era la que había quedado sin responder anteriormente, y ya me había propuesto de decir la verdad. Me había pasado por la cabeza decir que era de la CIA o, directamente, de la MI5, sin embargo, había concluido que daba igual a qué servicio secreto pertenecía. Devon sabía que había nacido en el Reino Unido, así que difícilmente podía ser de la CIA o de cualquier servicio secreto de Norteamérica. Tenía miedo de que mencionar la MI5 le permitiera encontrar información adicional sobre mí o sobre mi vida en la red. Así que finalmente opté por la verdad.

—Interpol —respondí secamente.

—Vaya, así que Interpol —se quedó pensativo.

—Mi turno —dije—. ¿Qué hace esta organización, además de estafas?

—Lo típico de una organización criminal —Devon se encogió de hombros—. Tráfico de drogas, de armas, hasta patrocinan al partido político que más bien les iría. Se adaptan a la necesidad propia y del cliente.

—Un servicio muy completo —contesté con sarcasmo en un intento de esconder que sus palabras me habían dado otra pista. Se adaptan, había dicho, ellos. Podía significar que no se incluía a lo que hacía el resto de la organización.

Devon me tenía confusa. O bien era un muy buen actor y un excelente manipulador (y las pistas lingüísticas que me iba dando eran premeditadas), o bien era un criminal un tanto extraño. No sabía cuál de los dos era, y tampoco sabía cuál debería preocuparme más.

—Claramente. Me toca. ¿Cómo encontraste el polígono?

—Descubrimos que era un sitio que Sullivan frecuentaba —Devon frunció el ceño.

—¿Cómo?

—Ah, no. Ahora me toca preguntar a mí —dije intentando esconder el tono de voz arrogante que casi dejé entrever.

Devon había caído en mi trampa.

El juego de las preguntas, aparentemente justo, podía servirme si sabía qué tipo de pregunta hacer, y qué tipo de respuesta dar. Si con mis respuestas conseguía que le aparecieran más preguntas, quizás podría distraerle de su objetivo principal.

—¿Cómo os escondéis de las autoridades? —Devon se encogió de hombros.

—Es fácil no temer por la policía si sabes exactamente dónde está.

De modo que tenían o bien un espía en la policía, o Devon había conseguido hackear sus sistemas para estar al corriente de su posición.

—¿Cómo descubristeis esto? —preguntó recuperando su anterior pregunta.

—Instalamos un dispositivo GPS en sus gafas.

Devon se quedó pensativo. Pero no quería que tuviera mucho tiempo para prepararse sus preguntas o sus respuestas. Así que seguí con las mías.

El caso arceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora