17. Hierro (1a parte)

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17. Hierro (1a parte)


—Date prisa, Alice —dije pasando la mirada nerviosa por el pasillo.

La noche anterior me había contado todo lo que había ocurrido en su pequeña excursión y, evidentemente, habíamos decidido seguir investigando. De hecho, nos hallábamos en ese mismo intante en el pastillo que llevaba al despacho del director para mirar si los agentes se habían llevado también el bonsái.

El problema era que no teníamos la situación tan controlada como me solía gustar. Habíamos escogido una hora en la que las dos teníamos libre para entrar sigilosamente en su despacho, pero lo que me preocupaba era que no había manera de escondernos nosotras ni lo que estábamos haciendo, y cualquiera podía decidir salir de alguna de las clases y encontrarnos in fraganti.

—Ya voy, ya voy —respondió Alice impaciente.

Eché un vistazo a dentro del despacho —yo me había quedado fuera vigilando. Podía vigilar todo lo que quería que si alguien pasaba por ahí no podríamos salir de esa sin una buena excusa; una que de momento no se me había ocurrido. No sabía si Alice se había encontrado el bonsái de los ovarios encima de la mesa o si lo había puesto allí por comodidad, pero, en todo caso, estaba hurgando en el platito de tierra que lo aguantaba. Estuvo removiendo la tierra un rato hasta que exclamó con la voz baja.

—¡Tengo algo!

Me olvidé un poco —por no decir por completo— de mi tarea de vigilancia y entré.

Alice rascó el fondo del plato hasta que consiguió sacar de él un pequeño objeto de hierro. Seguramente deberíamos haberlo guardado y haber salido de allí en cuanto tuviéramos la ocasión, pero estábamos muy preocupadas para descubrir con qué habíamos topado. Por suerte, no nos vio nadie.

—Parece una llave —dijo Alice después de su inspección. La aguantaba frente su rostro como si fuese Sméagol de El Señor de los Anillos y la llave fuese su tesoro.

—Venga, vamos —Le mandé prisa para salir de ahí. No hacía falta tentar más nuestra suerte.

Fuimos hasta el baño de profesores y, después de comprobar que no hubiese nadie en los baños limpiamos la llave y la investigamos de nuevo. Alice se lavó las manos.

—¿Crees que es la llave de alguna caja fuerte? —pregunté—. Hay algunas que van con llave y código, ¿verdad? —Alice se encogió de hombros. Se acercó a la ventana y puso la pequeña llave a contraluz.

—¿Sabes?, creo que es la llave de un banco.

—¿De una caja fuerte de un banco? —Alice asintió.

—Tiene un número pequeño... Y aquí unas siglas —Ajuntó los ojos para verlo mejor—. PCB. ¿Te suena de algo?

—Podría ser el Popular Canadian Bank —respondí después de pensármelo unos segundos.

—¿Tienen alguna oficina aquí en Toronto?

—Eso ya no lo sé —Eché un vistazo a mi reloj de pulsera—. Tengo clase dentro de poco. ¿Cuando termine el día decidimos qué hacer?

Alice asintió.

Por suerte mi última clase del día fue bastante tranquila. Me tocaba tutoría con los críos, y como no había muchas cosas de las que hablar y comentar les di tiempo libre. Muy pocos lo aprovecharon para hacer los deberes.

Al final de la clase los acompañé al sitio del patio dónde les recogían y me esperé a su lado mientras esperábamos. De lejos vi cómo se nos acercaba Alice. Salía del edificio del colegio y se estaba poniendo el abrigo de invierno.

El caso arceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora