Parto

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- ¡Abuela, ayúdame a salir de la tina! - grite todo lo que pude para que mi abuela me escuchara.

Ya no podía esperar más mi piel se estaba arrugando de tanto estar en el agua. Mi barriga había crecido mucho, se veía inmensa en mi delgado cuerpo, ya estaba cerca de mi fecha de parto, casi tenía los nueve meses completos.

Llevaba tiempo sin ver a Fernando y según lo que me contó mi abuela él y yo nos conocimos debido a que se la pasaba la mayoría del tiempo aquí en la casa debido a que su nueva mamá (nuestra antigua tía) no le agradaba; nos hicimos muy buenos amigos, tanto que mi primera vez fue con él a los doce años. No podía recordar nada debido a que el shock de perderlo me afectó tanto que me obligue a mi misma a olvidar, o eso fue lo que le dijo el psicólogo a mi abuela. Aún si quisiera recordar esos momentos mi mente no me deja, es como si estuviera bloqueada esa parte de mi memoria.

Cansada de tanto esperar a que llegara mi abuela me acomodé para dormir, el embarazo me cansaba mucho. Mientras dormía sentí unos brazos levantarme, me acostó en la cama, me seco y me vistio, no sabía quien pudo haber sido ese ya que mi abuela no tiene la fuerza para cargarme, apenas se puede mantener ella sola, menos puede con nosotros tres; quería abrir los ojos a ver de quien se trataba pero estaba muy cansada como para abrir los ojos.

- Se que estas despierta, así que abre los ojos.

Me sorprendi mucho al escuchar la melodiosa y dulce voz de Fernando hablarme como si hubiese sido normal verme en la bañera, como si me hubiese visto esta mañana; cuando abrí los ojos era él, un poco delgado con una barba de tres días que no le quedaba nada mal, una camisa manga larga y un mono por lo que logré ver; sin pensarlo mucho lo abrace fuertemente contra mí.

- Ya, ya mi pequeña, estoy aquí - me estaba acariciando la cabeza cuando sin darme cuenta estaba llorando.

Al separarme un poco él me limpio las lágrimas con los pulgares y con una sonrisa en la boca, luego me dio un pequeño beso en los labios para luego acostarse conmigo en la cama mientras acaricia mi barriga, había lugares que tocaba que me daban cosquillas y otros donde lo único que podía hacer era llorar de felicidad porque lo que estoy viendo no es un sueño ni una ilusión.

Mientras estaba abrazada con Fernando me quedé dormida, fue un sueño relajante, nada igual a los sueños que tuve los ultimos días,; el tener a Fernando serca mio me relajaba. Cuando me desperté lo escuche hablando por telefono sobre transacciones de organos o algo asi fue lo que entendí, estaba dormida asi que no presté mucha atención y tambien el momento que estaba conversando fue muy corto, al colgar se acercó a mi y me dio un beso en la frentre.

- ¿Cómo dormiste?

- Mejor que los días anteriores - en su cara se reflejo un expresión de dolor con arrepentimiento, asi que decidí cambiar rapido de tema - Tengo sed bajemos para tomar un poco de agua

- Tu solo quedate acostada aqui yo te traigo el agua - yo me había sentado en la cama cuando me dijo eso

Despues de hacerme volver a recostarme salió de la habitación, no habia pasado creo yo que ni cinco minutos y ya estaba de vuelta con un vaso y una jarra de agua, también tenia un bol con fruta surtida; me imaginé que mi abuela la tenía ya preparada para cuando me despertara. Nos comimos todo mientras le contaba a Fernando mi encerramiento que tuve debido a que despues de verlo hace unas semanas no pude caminar ya que no me podía mantener en pie por el embarazo, todo lo tenía que hacer era con ayuda de mi abuela; también estuvimos hablando sobre los diferentes y raros antojos que el embarazo me provocaba; cosa que a Fernando le dío mucha risa, cada vez que le decia una combinación rara él se reía cada vez más; también le conté sobre mis multiples cambios de humor, de como casi un día me iba de la casa debido a que pasaba la mayor parte del tiempo sola y lo unico que se interpuso en mi camino fue el no poder moverme libremente, relato que a Fernando lno le agradó mucho debido a que se sentía culpable por no poder estar conmigo todos estos días de mi embarazo apoyandome y más en mi estado físico, cosa que no había que preocuparse debido a que gracias a que mi cuerpo aceptaba el medicamento mejoraba cada vez más.

Enamorando al demonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora