Donde después de la muerte de Rendell Locke; Madison Stone se muda junto a los Locke a
Matheson, en la casa llave, casa la cual es el legado de la familia Locke. Y en donde pronto los chicos descubrirán qué hay llaves mágicas por toda la casa.
Dond...
—Servicios de plaga de demonios —escuché la voz de Scott, al abrir la puerta.
Sonreí.
Gabe estaba a su lado. Habían llegado juntos.
Tu: Gracias por venir chicos.
Gabe: No hay problema, oh, y trajimos refuerzos —lo miré confundida, y de repente apareció Jackie.
Jackie: Se que necesitan ayuda.
Eden: Si, y no me lo quería perder —apareció, miré con una ceja elevada a Gabe, él solo se encogió de hombros.
Me hice a un lado para dejarlos pasar. Eden se adelantó primero.
Tu: Eden.. no esperaba esto —admití, mirándola con extrañeza.
Eden: Si, me estaba sintiendo algo generosa casi después de morir —se cruzó de brazos— Y además no se quien sea esa, pero no voy a dejar que unos demonios anden por mi ciudad.
Scott: Bien dicho —alentó.
Gabe: Si, hubiéramos llamado al resto de los Savini pero aún siguen algo.. traumados con lo de las cuevas así que.. —apareció a mi lado, y dejó las palabras al aire. Entendí al instante.
Tu: Lo entiendo, me pongo en sus lugares.
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Kinsey apareció, y se acercó a Scott, mientras comenzaban a hablar.
Tu: Oye, ¿y cómo te fue con tu mamá? —pregunté a Gabe, alejándonos un poco de los demás.
Gabe: Bien, dentro de lo que cabe —medio sonrió— Es más divertido pelear contra demonios —dijo con ironía, reí.
Tu: Tengo algo que contarte después —dije en un susurro. Él frunció el ceño.
Gabe: ¿Es malo? —negué con la cabeza.
Tu: Es algo bueno, al final de cuentas —sonreí. Pero después añadí— Tiene que ver con mi madre y Rendell —él asintió, sabiendo así la importancia del asunto.
Gabe: No se si hacerlo ahora sea prudente —susurró, mientras rozaba sus dedos con mechones de mi cabello. Lo miré confusa.
Tu: ¿Qué cosa? —pregunté inocentemente.
Gabe: Besarte —respondió, con simpleza y sin rodeos. Lo miré sorprendida. De pronto se empezó a acercar más, hasta que su mano subió a mi cintura— ¿Crees qué sea prudente? Muero por besarte.
Tu: Hazlo —sonreí— Hazlo si tanto lo deseas.
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