Capítulo 4

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Despertó sobresaltado ante el sonido de los fuertes y firmes golpes en la puerta de la habitación. Con el corazón acelerado, se removió en la cama y se levantó para dirigirse a la entrada y abrir. Ahí se encontró a Hoseok con una bandeja de comida en las manos, quien le dirigió una cálida sonrisa como disculpa por haber perturbado su sueño al notar su cabello revuelto por recién haber despertado.

—Buenos días, lamento haberte levantado —dijo el alfa, ladeando la cabeza sin quitar su sonrisa.

—Buenos días —respondió el más bajo—. No te preocupes, estaba por levantarme —contestó a su disculpa.

Aunque ambos sabían que no se habría levantado si Hoseok no hubiera ido a despertarlo.

Yoongi no había pasado muy buena noche. Se le había complicado conciliar el sueño porque su guepardo había estado inquieto al saber que su alfa estaba cerca y, como consecuencia, pasó horas concentrado tratando de controlar a su animal hasta que el cansancio mental lo venció. Y al parecer el león había pasado exactamente por lo mismo, pues el oscurecimiento bajo sus ojos lo delataba.

El omega se apartó de la entrada para permitir el acceso del contrario a su habitación. Jung pasó a su lado y dejó la bandeja en la mesa de noche para luego acercar la silla a la cama, sentarse y mirar expectante al guepardo. Provocó, sin darse cuenta, que el chico se sintiera un poco avergonzado y que como respuesta le dirigiera una mirada confundida para disimularlo antes de cerrar la puerta e ir a la cama para sentarse frente a su alfa.

—Te traje el desayuno —habló Hoseok, mirándolo con un destello de adoración en su expresión que trataba de esconder y fallaba en lograrlo por completo—. La junta inicia en una hora, vine a ver que estuvieras listo —explicó la razón por la que se encontraba tan temprano ahí y acercó el jugo y las frutas picadas al omega para que comiera.

—¿Por qué la junta es tan temprano? —preguntó mientras picaba un pedazo de sandía y se lo llevaba a la boca.

—El líder Jeon está realmente desesperado, insistió en hacerla lo antes posible —respondió el castaño encogiéndose de hombros.

Yoongi simplemente supuso que se debía a que el jefe alfa de los tigres no podía con la insistencia de su animal para encontrarse con su compañero. Podía sentirse empático respecto a ese sentimiento, él también lo había tenido cuando fue apartado de Hoseok y, aunque no conociera en persona al hombre que protegería a su hermano por el resto de sus días, no le deseaba pasar por tal sufrimiento.

Con ese pensamiento, y sin querer hacer que el destinado de Tae esperara más de la cuenta, se apresuró a comer todo y tomar el jugo de cítricos para luego avisarle al alfa que se daría un baño, a lo que este asintió diciendo que traería ropa limpia para él.

Se duchó lo más rápido que pudo, tomando en cuenta que no se había lavado los cuatro días anteriores, aunque realmente no olía tan desagradable, o al menos eso esperaba. La ducha le había servido para recargar sus energías y se sentía mucho mejor a diferencia de como había amanecido el día anterior. Una vez que terminó, salió del baño y Hoseok le entregó la ropa limpia para después salir de la habitación y darle privacidad para cambiarse.

Cuando el guepardo estuvo listo, salió de la habitación para encontrarse con su alfa recostado en la pared frente a la puerta.

—¿Listo? —preguntó el castaño, cerciorándose de que estuviera bien y se sintiera cómodo.

—Sí —respondió tomando la mano del otro, esperando que lo guiara.

Juntos caminaron a lo largo del pasillo donde al final se encontraba Jimin, listo para acompañarlos hasta la sala donde se realizaría la reunión. Salieron del edificio y subieron a un pequeño auto sin techo y con capacidad para cuatro personas que el pelinaranja condujo a través de construcciones. El lugar se veía bastante urbanizado a comparación del territorio de su manada, y mucho más organizado. A lo lejos, justo del otro lado de un pequeño lago, pudo distinguir casas, algunas hechas de madera y otras de cemento, cada una de diferente tamaño, estructura y color que les daba un estilo único. No alcanzó a ver dónde terminaban las hileras de casas pues el pequeño viaje de no más de cinco minutos había terminado cuando Park detuvo el cochecito, justo frente al edificio más grande de todos y que al parecer, era el principal de la manada. Además de otros tres miniautos como en el que llegó hasta ahí, en el estacionamiento había unas cinco camionetas negras iguales a las que llegaron frente a su cabaña hace unos días atrás.

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