Capitulo 3

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“Lo imposible solo tarda un poco más”.

- Paolo Ragone

Entrando al hotel fuimos separados por grupos a diferentes lugares; esto era simplemente hermoso, aunque su estilo a primera impresión diera la ilusión que es un hotel antiguo, por dentro es otro cantar, desde el lobby, hasta cada habitación, cada cama acomodada con sabanas blancas y negras.

Cada cama tenía el nombre respectivo, esto era un alivio para mí, no tendría que pelear por un puesto. Me senté, acosté, y disfruté de tan rica habitación y casi me olvidaba que estaba rodeada de chicas del grupo, tampoco podía ser tan antisocial, eran mi grupo y pasaríamos un buen tiempo juntas, casi otra familia.

-Hola­- Saludé a la cama vecina.

-Hola- ¿Cómo te llamas?

-Katherine, ¿y tú?

-Valeria, soy de Argentina. ¿De dónde venís vos?

Estaba segura de que era de ese País, su acento era algo muy notorio, su aspecto era algo muy bonito, su tez pálida, ojos café, su pelo castaño, su cara redonda, pero era baja, creo que un poco más alta que yo pero nada más. 

Y así fuimos conociendo una a unas, de todos lados, desde Mexicanas, Argentinas, españolas, Peruanas, irlandesas, Ecuatorianas. Ese era mi grupo, y aun faltaban los chicos de este grupo, que por supuesto no iban a estar alejados en esta misma habitación.

Estaba dispuesta también a conocer a personas de otros grupos, sin embargo no creo que pueda conocerlos a todos, son demasiados, esto iba a resultar realmente interesante.

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-Hola, me llamo Eduardo y soy de Argentina  ¿y vos?-.

Sonreí al escuchar su voz, el acento argentino está, entre los acentos que más me gustan y me parecen divertidos.

-Me llamo Katherine y soy de Venezuela, un gusto conocerte  Eduardo- Contesté mientras tomaba su mano en modo de saludo.

Si me dieran dinero por cada vez que me he presentado en las últimas 5 horas, creo que ya seria multimillonaria, casi que parecía disco rayado, pero creo que en los comienzo siempre es así.

Así fui conociendo a cada chico, había alrededor de 5 o 6 chicos de los cuales creo que solo había conocido 3, era un poco difícil conocer a todos los de tu grupo al mismo día, eran muchas personas, y lo realmente difícil, era recordar sus nombres y de qué País eran.

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El día pasaba un poco lento, y me sentía realmente cansada, aunque conocer personas, era una euforia tal, que no había ni siquiera llamado a mi madre, ni a mi hermana, ni hablado con mi novio.

Realmente me iban a matar, pero tenía una buena excusa…

“El momento de presentación del grupo me había ocupado todo el día”

Al pasar las horas iba conociendo a más personas, como actuaban, como eran, aunque sabía que tendría un buen tiempo para saber cómo realmente eran.

 Casi finalizando el día, se acerca una de mis compañeras cuyo nombre, ni nacionalidad puedo recordar, a presentarme a otro chico y lo primero que pensé fue, mira que este chico si estaba simpático, sonreí ante mis pensamientos.

Como disco rayado volví a repetir.

-Me llamo Katherine y soy de Venezuela-. Realmente lo dije como si ya estuviera aburrida de tanto decirlo, aunque era cierto, ya estaba realmente aburrida de tanto repetir el mismo cantar.

-Soy Noeh, y soy de Canadá-.

Canadiense y hablaba español. Como cualquier otro canadiense, era de tez pálida, pero sin embargo su rostro conservaba algo de rubor,  a simple vista sus ojos era marones, pero si te fijabas bien y con mas luz, se tornaban verde, me gusta su cabello de color marrón y algo largo. No puedo negar que me imaginé alborotando su cabello mientras los dos nos divertíamos,  luego me imaginé como seria el sonriendo, frené mis pensamientos, no sabía a dónde iban estos, debe ser por su tez pálida y su cabello, creo que tengo un severo trauma con esas dos característica, que era la cosa más sin sentido y loca, contando que mi pareja es de tez morena.

Hubiera podido tener una conversación más larga con él, pero se aproximaron varias personas, y no entendía,  ni creo que pertenecía esa conversación.

Supe que era la hora de volver a la habitación, y ver si aun estaban despiertos, o bueno les dejaría un mensaje.

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¡Dios! , esta cama era el cielo, me pregunto si me la puedo llevar a mi casa. Sabía cuál era la respuesta a tal petición, pero era divertido imaginar, llegando a Venezuela con una cama, con esta cama. Tomé mi laptop y no vi a ninguno conectado al Skype, no quería llamarlos, solo quería dormir, les dejé un mensaje a cada uno a sus correos, guardé la laptop, era hora de sumergirme en el cielo, más conocido como las cama de este hotel. 

A distanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora