Sonó el timbre de la puerta, Sandra extrañada se volvió a vestir y bajó.
-Hola amor, perdón deje las llaves aquí en casa, ¿estabas por bañarte?- dijo Francisco
-¿Cómo sabes eso?- dijo Sandra extrañada
-Porque tiene olor a tu jabón jajaja.- dijo riéndose
-Perdón, Andrea no sabía usar la bañera.-
-¿No se baña desde que llegó?-
-No no, quería un baño de tina.-
-Ok, tenemos tiempo entonces.- respondió.
Los escuché hablar por el pasillo, salí del baño y vi como Francisco la tomo de la cintura y la apretó contra la pared, vi como la desnudaba y vi como ella no se negaba, vi como si miembro recorría y entraba en su vagina sin pudor, pero ella no lo disfrutaba, ella solo fingía y aunque nunca he estado con ella, podría ver como es su cara cuando disfruta algo. En eso Sandra me vio, se tapó y vistió. Escuche como Francisco la obligaba a seguir y ella no quería más. Escuche una discusión muy fuerte entre ambos que finalizó con un portazo en la puerta principal. Baje a ver qué pasaba y Sandra estaba llorando, no quise preguntar, la abrace y al parecer sintió vergüenza y se fue. Pasaron las horas y aún sentía como lloraba en su habitación, tenía miedo no sabía cómo ayudarla, quería darle mi apoyo pero sentía que invadía su espacio. Me arme de valor y entré
-Hola Sandra.- le dije, ella estaba desolada, me miró y me dijo que me fuera, le pregunté si podía ayudar en algo y me dijo que en estos momentos estaba confundida. Yo me sentía mal con lo que había pasado.
Tomé su brazo y le dije que todo estaría bien pronto, que si era necesario me iría de su casa si esto ya era mucho para ella o para ambas. La verdad también estaba confundida.
-Quédate- dijo Sandra.
Lloro toda la noche en mi pecho, mientras yo acariciaba su cabeza, traté de animarla pero más triste se ponía, ya había llegado la madrugada y ella por fin dormía, me quede unos minutos más y me fui a mi habitación a dormir. Desperté dos horas más tarde y le llevé desayuno, estaba mejor de ánimo y me dijo con un sonrisa forzada lo agradecida que estaba.
Pasaron los días y un pequeño mensaje en el móvil de Sandra me incomodó. Era Francisco, al parecer iba a volver a casa por unas cosas. Por intuición supongo que se separaron un tiempo. Por lo qué Sandra ahora estaba sola en casa. Aún quedaba tiempo para entrar a clases y para ella estar sola era un infierno, ya que siempre estuvo acompañada de su presencia.
Ayude a Sandra a ordenar y sacar las cosas de él, después fui al supermercado a comprar para el mes, así ella no tenía que tener ese estrés. Poco a poco esa sonrisa volvió a salir en su rostro, era forzada, pero no del todo deshonesta. De vez en cuando ponía mi mano en su cara y la acariciaba, la abrazaba y me hacía sentir bien ser un apoyo para ella. Pasaron dos semanas y Sandra me dice si la acompaño a un Bar a lo que digo que sí, tomamos unos tragos y ella bailo toda la noche, yo no, pero disfrutaba verla bailar, tomamos mucho, y me llevo de la mano a casa. Abrió la puerta y me tomo de la mano.
-Entra- dijo Sandra
Sandra estaba borracha y yo también, me acorraló contra la pared y me dijo que esta noche yo iba a ser suya, me beso, levemente. Pero yo la detuve.
-Sandra, mi amor, no es el momento. Descansa, mañana hablaremos, no haré el amor contigo en este estado. Te...- dije sin pensar.
Me fui, aún era muy pronto, Vestí a Sandra y la dejé para que durmiera. Dios mío que hice pensaba pero sé que fue la decisión correcta. A la mañana siguiente Sandra no recordaba que había pasado ayer, solo recordaba que habíamos llegado pero no recordaba cómo llego a la cama. No le conté lo qué pasó, solo le dije y omití detalles de lo qué pasó. Quedamos en salir otro día que la había pasado bien y todo.
Por la tarde llamaron desde la universidad, que ya debían empezar las clases y que por favor volviéramos antes que los alumnos. Así fue. Me despedí de casa de Sandra y nuevamente a la universidad. Preparamos todo, ayude a ordenar su oficina como ella mi habitación. Pusimos música, bailamos y nos reímos a carcajadas de todo lo qué pasó el tiempo que estuve en su casa. Ese día Sandra llevaba una falda corta y se agachaba a cada rato, veía en su mirada la intención pero como estoy loca preferí ignorarlo. Cada vez se la subía más, fue al baño y noté que no usaba sostén y veía sus pezones como sobresalían de su blusa roja. Me miro y me dijo, no me has contado todo lo qué pasó anoche... se acercó a mi y sin preguntar, Respiro en mi cuello y me beso en la boca.
-¿Me permites hacerte el amor?- preguntó Sandra
Como negarme a eso, entré con ella tomada de la mano a mi habitación de la universidad, cerré la puerta con llave y la senté en la cama. Quería algo bonito para ella. Bese su cuello, saque su blusa y al descubierto estaban sus pechos, por al rededor de ellos casi esquivándolos pase mi dedos, quería prepararla a lo que le iba a hacer, que no era poco. Le saqué su falda, Acaricie sus piernas y las abrí, sentí como su cuerpo temblaba y fui más lento, acaricié sus brazos, y besé cada parte de su espalda. Ella tomó el control y me besó la mejilla, me abrazo y me susurro al oído
-Gracias por aparecer en mi vida, mi amor.-
No habíamos tenido oportunidad nunca de besarnos, pero nuestros cuerpos estaban entrelazados. Moría por besarla, quería besarla, nuestros labios se acercaron, mientras ella me abrazaba y.
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SERENDIPIA, no se brilla sin oscuridad.
Novela JuvenilAndrea Anacleto, una joven de 17 años, quién es internada en un colegio católico en la Ciudad de Hergueta, Estados Unidos. Ahí conoce a la persona que cambiaría su vida para siempre. Le enseñará a surgir, sufrir, pero también reír y amar. Por otro l...