La directora se quedó callada y yo con la duda de que me habrá querido decir, me echo de su oficina y yo me fui a mi cuarto, saque la silla del escritorio y me puse a ver el gran jardín, como de costumbre.
Dos horas más tarde me di cuenta que los libros de la biblioteca los había dejado en el despacho de la Señora Sandra, dude en ir y realmente no tenía muchas ganas, fui y golpeé, una voz quebrada me dijo que pasará, abrí la puerta y la vi a ella, en el suelo, en ese momento no sé si estaba borracha, destruida o se había caído, pero vi sus muñecas y habían cortadas, jamás pensé que una Mujer de 39 años se cortara, pensé que era algo de la edad, algo normal, pero a los 13 años.
Mi pecho se apretó, no sabía que hacer, no había nadie a quien poder llamar todo quedaba a mil kilómetros de donde estaba. La tome en brazos y la lleve a mi habitación. Ella estaba inconsciente, busqué vendaje, y limpie sus heridas. Me preguntaba que estaba pasando, por qué recurrió a esto, simplemente eran solo preguntas sin respuesta.
Me quede en la silla mirándola, esperando que despertara, estaba tan asustada, solo podía ver sus muñecas con las vendas y rastros de sangre seca. El ambiente estaba muy frío, así que la abrigué con una chaqueta azul que tenía en mi maleta.
Después de un rato, me quede mirando el jardín, llorando, por qué esto era tan fuerte para mi, realmente no pensé que esto sucedería. Mire hacia un lado y unos ojitos azules me estaban mirando, La Directora Sandra había despertado, me sentí tan en paz, le pregunté como estaba.
-Gracias por Salvarme- Sonrío Sandra
-No la salve, solo fui por mis libros de la biblioteca.-
-Aún así, no tenías que estar ahí y por alguna razón me encontraste.- dijo levantándose levemente de la cama.
-Tranquila, lo importante es que estas bien.- sonreí.
-Debido al cargo en el que me encuentro en este internado, nadie puede saber esto, nadie puede saber qué pasó, por favor ¿guardarías el secreto? No corresponde que sepas esto, no corresponde que me estés cuidando ahora.- dice apenada y una mueca de dolor.
-¿Quieres dejar de ser tan correcta por un momento?- le dije tomándola del brazo, mientas la sentaba nuevamente sobre la cama.
-Soy así, mi esencia es ser correcta, estoy faltando a mi ética si me quedo aquí y dejo que me cuides.-
-Por último acéptame un café, ya que fui la que te salvo, merezco al menos una mínima explicación a todo esto.-
-Agradezco que me hayas salvado, pero él contarte lo que me pasa es otro límite que no voy a sobrepasar.-
-¿Estás segura? Yo te estoy guardando el secreto, debes tener cuidado conmigo.- Dije con un tono picarón.
-¿Me estás chantajeando? Porque si es así, que mala persona eres.-
-¿Me vas a contar o no?-
-Pero primero tráeme el café que me ofreciste!-
-Claro, pero sacaré de tu oficina, ese es más rico y además tienes de Vainilla.-
-Te aprovechas rápido.-
-Claro.- respondí mientras caminaba hacia la puerta.
Fui a la oficina a buscar café para ella y para mi, el agua estaba helada así que que puse a hervir, mientras esperaba, me puse a observar la oficina. Habían atrapa sueños colgados detrás de su silla de escritorio, habían unas fotos donde aparecía ella y su esposo destruidas en el suelo, aproveché de limpiar, ordené todo para que cuando volviese no tuviera que hacer un mayor esfuerzo por olvidar algo que ya estaba olvidado. Hirvió el agua, puse el café y lo llevé a mi habitación, ella se había quedado dormida, realmente fue un muy largo rato que se demoró en hervir el agua y además todo lo que había llorado. Me tome el café de ella y el mío, por último para poder cuidarla toda la noche. No me caía bien, no nos llevábamos bien, pero se veía que estaba en una situación complicada y no iba a ser una cretina y quizás su problema no me incumbía, pero solamente quería ayudar.
A la mañana siguiente, desperté con mi cuerpo doblado y tirado en la ventana, un dolor de cabeza terrible y mi cuello para que decir. Mire hacia al lado y estaba D. Sandra, durmiendo, se veía agotada y peor que ayer, bajé a buscar desayuno para ella en el comedor común de alumnos, le preparé un pan con mermelada y un chocolate caliente, algo que la hará sentir bien y recuperar fuerzas. Subí las escaleras, mi estómago rugía del hambre, pero lo importante es que ella se recuperara de la mejor manera posible, porque era sábado y así podía estar hoy y mañana descansando para que sus muñecas y ella sanaran y así nadie se diera cuenta de lo sucedido. Al llegar a la habitación la desperté suavemente, pero ella no quería, me dijo que cerrara la ventana y yo la abrí más, para que pudiera despertar. Ella me miró y el azul de sus ojos estaban tan brillantes...
-¿Qué pasó? ¿Qué hago aquí?- preguntó Sandra un poco confundida
-No te preocupes todo esta bien, solo acomódate, te traje algo de desayunar.-
-No tuviste que haberte molestado, me siento incómoda con esto, no es parte de las reglas, por favor no confundas las cosas.- dijo disgustada.
-¿Qué onda? No estoy confundiendo nada, contigo no se puede ser simpática.- Reaccioné enojada
-Viste que estás confundiendo las cosas, no somos amigas, no somos nada. Yo soy tu directora y tu mi estudiante y fue!-
-Sea lo que seas, pasaste por algo muy fuerte,
de lo que aun quiero saber, además esto de traerte algo es solo para que veas que no estás sola, pero lo haces mucho más difícil.--Lo siento, no podré aceptar esto, no va con mi ética moral, permiso debo irme.- dijo Sandra levantándose de la cama, mirando sus muñecas y levantando su mirada y dirigiéndose nuevamente hacia a mi -por cierto, Andrea, Gracias.- terminó
Me quede viendo como ella se iba, me dio rabia que ni me dejara cuidarla, era algo que hubiera hecho por cualquier persona y ella saca el tema de la ética moral. Bajé a la biblioteca a estudiar mis libros, al final me los llevé a mi habitación y ahora no me concentro debido a lo qué pasó con la directora. Me senté al lado de los libros de ficción, Juana me miraba desde su escritorio con ganas de preguntarme por qué estaba tan desanimada y con la tremenda cara de culo, pero no se acercó. Así pase la tarde estudiando e investigando, pero mi cabeza estaba en otro lado, no podía parar de pensar en Sandra, la Directora Sandra. Qué le habrá ocurrido y por qué está tan malhumorada, seguía con mis preguntas sin respuestas.
Tomé mis cosas, devolví los libros y me fuí a sentar al pasto, no había nada más que hacer aquí y el "refugio" estaba cerrado, se me olvidó pedirle las llaves a Yessica. Los cigarrillos se me habían acabado y todavía no dejaba de pensar en ella. Trate de quedarme dormida, pero sentí un olor a perfume tan rico y mire a un lado y era ella, Sandra; no me dijo nada, solo me miraba con sus ojos azules, se veía más radiante que nunca, sus labios eran rojos y sus mejillas coloradas, estaba con un abrigo rojo y vestida totalmente de negro, me acarició el pelo por un largo rato, yo solo sentía su suaves manos en mi cabello, no podía dejar de mirarla era tan bella para mis ojos, su cabellera Rubia se movía al compás del viento, su sonrisa era como las rosas de aquel jardín que tanto amaba, sus ojos azules me recordaban al cielo que estaba siendo testigo de algo tan bello como esto. Mis manos buscaron las suyas, las tomé, eran tan suaves, ella se acercó a mi y podía sentir su respiración, estaba tan cerca de sentir sus labios, cerré mis ojos ya no aguantaba más quería besarla, me acerqué más a ella y en eso... Desperté.
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SERENDIPIA, no se brilla sin oscuridad.
Novela JuvenilAndrea Anacleto, una joven de 17 años, quién es internada en un colegio católico en la Ciudad de Hergueta, Estados Unidos. Ahí conoce a la persona que cambiaría su vida para siempre. Le enseñará a surgir, sufrir, pero también reír y amar. Por otro l...