Sueños y Alucinaciones

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El prado verde se volvió de color gris y una mujer vestida de gasa y seda blanca, estaba parada en medio del pastizal seco. Detrás de ella, un enorme lobo blanco de ojos púrpura mostraba los colmillos de forma amenazante.

"—Busca a mí hijo, Bárbara—" dijo la mujer en el sueño.

De repente, el lobo pasó por encima de la mujer en dirección hacia ella.

La emperatriz del oriente despertó de su sueño sobresaltada. Su enorme cama estaba rodeada de hombres desnudos y el ligero aroma del incienso se mezclaba con las feromonas esparcidas en la habitación.

—¿Qué pasa, mi señora?—un omega tocó el brazo pálido de la emperatriz.

—He tenido el mismo sueño y otras variantes, por varios días—susurró la mujer mirando los ojos verdes del Omega.

Pronto, los otros hombres en la cama despertaron para atender a su Emperatriz. Estaban preocupados por ella, por lo que escucharon atentamente los sueños.

—¿Usted conoce a la mujer?—esta vez, un beta habló mirando los hermosos ojos ambarinos de la mujer.

—Sí, es mi amiga de la infancia.

—¿Le debe usted algo?

—Le debo la vida...

Y era cierto, Eleonor la libró de morir una vez, en la que su propio marido intentó matarla. Bárbara, era una mujer liberal, pero eso no significaba que quisiera dormir con el rey de Cadogan. El rey se enfureció por el rechazo y Eleonor terminó sufriendo el castigo que le tocaba a Bárbara. Si la Emperatriz, hubiese dormido una sola vez con el rey, ella estaría condenada para siempre a servirle a él. Pero afortunadamente, Eleonor la salvó y aún herida, reunió las pocas monedas de plata que tenía y la envió al Oriente para que se haga otra vida.

"—No debes volver ni tampoco me escribas—dijo Eleonor apretando el dinero en sus manos y empujándola al carruaje—Me temo que podría buscarte."

Bárbara recordaba claramente la mirada preocupada de su amiga y al llegar al Oriente, pensó en escribirle muchas veces, sin embargo, se retuvo. Fue entonces cuando conoció al emperador y éste quedó cautivado con ella, al punto de dejarla hacer lo que quisiese.

Tiempo después de casarse, recibió la noticia del asesinato de su amiga, y la Emperatriz enfermó de dolor por varios días. Su esposo, para animarla, le buscó nuevos concubinos y le compró joyas, pero la emperatriz solo deseaba visitar la tumba de su amiga.

Hoy por fin, podría hacerlo.

—Debes extender la mano con más gracia y apuntar la espada con firmeza—ordenó Bárbara a Alan.

El hijo de Eleonor era muy bueno con el baile de espadas, pero le faltaba la "seducción". Se veía rígido, y así no podría seducir nunca al vikingo.

León por su parte, se movía como la corriente de un arroyo, era vivaz y sus ojos afilados te envolvían hipnotizándote de manera fatal.

Archer, se había sentado cerca de donde ellos practicaban para ver a León moverse con facilidad. Estaba excitado, tanto que dolía pero sabía que no era el momento de acercarse. Así que, lo admiró de lejos.

Bárbara suspiró frustrada.

—Piensa en tu marido, Alan. Piensa en qué estás bailando solo para él—murmuró la Emperatriz.

No creyó que esto hiciera una diferencia pero el corazón de la mujer, se quedó atascado en su garganta.

La mano, antes rígida, se movió con gracia hacia adelante y el abanico de mano hizo un sonido de aleteo que provocó el escalofrío en todos los que lo miraban. La espada reluciente, ondeó como un rayo de luz en medio de la más espesa niebla. El cuerpo de Alan se curveó de una manera suave y su cola bailó con él en una danza majestuosa y seductora. Los ojos púrpuras de Alan brillaron con más intensidad y las pestañas bicolores velaban los enormes ojos, dándole la apariencia de lujurioso éxtasis. Alan no solo podía seducir a Donovan a un nivel explosivo.

El Esposo del DuqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora