Extra 11

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Devon estaba en grandes problemas.

Era ya la noche cuando la recepción de la boda de la princesa Ash y la duquesa Margerite estaba en sus inicios. Su primo Sin había desaparecido hacen unos minutos después de ser casi uno con la pared más alejada de la gente. Probablemente estaría dormido.

El cambiaformas de gato observaba clínicamente la multitud. Sus ojos grises analizando los comportamientos y vestuarios de toda ésta gente rica. Reconoció a un par de ellos como personas que alguna vez le escupieron en la calle cuando pedía limosna. A otros de ellos los reconoció por sus sórdidos entretenimientos. Los de sangre azul.

La mirada de Devon cayó en la espalda de Dominic. El segundo duque de Edevane estaba hablando con el Vizconde de Harst. Su espalda firme estaba tensa y Devon podía sentir el ceño fruncido en él. El hombre estaba vestido enteramente de negro a excepción de una faja roja en su esbelta cintura y un broche en forma de lágrima de rubí en el borde de su chaleco hecho a medida. Era un pecado verse tan bien y Devon detestaba ésta... atracción que sentía hacia él.

Como si sintiera su mirada sobre él Dominic se giró y le miró directamente. Entre la multitud de personas, sus hermosos ojos dorados lo encontraron al instante. La aguda mirada se suavizó en los bordes y las arrugas al rededor de sus labios se atenuaron. El Omega dentro de Devon se removió complacido. En los meses que había estado viviendo en el palacio de los duques, Devon descubrió que la mirada de Dominic solo se suavizaba cuando veía a su padre Alan o cuando le miraba a él. De lo contrario, era frío y cauteloso al rededor.

Devon aún no entendía por qué ese alpha era tan insistente. Sí, eran destinados, pero él no iba a caer en esa mierda sensiblera del destino. Dominic era alguien noble y aunque el amor que pudiera haber en un futuro entre ellos fuera grande, al final, las grandes diferencias entre sus status lograrían separarlos.

Sigue mintiéndote, tal vez así logres creerlo-susurró una incidiosa voz dentro de sí.

Bien, podía ser que él sintiera algo. Algo muy, muy pequeño por Dominic, pero el destino era solo atracción. Y sí, a Devon le encantaba rodearse de su aroma y perfumar al alpha con el suyo. También le encantaba verlo por horas, fijamente. Sonaba aterrador, pero a Dominic no le molestaba. Solía sentarse en su estudio viéndole trabajar mientras Devon se acostaba sobre su estómago en el diván cerca del ventanal agitando su cola todo el tiempo.

Al principio, Devon intentó sacarlo de quicio. Quiso ser tan insoportable con Dominic para que el duque se hartara y lo enviara a otra de las mansiones para que cumpliera su condena allí.

A menudo revolvía los papeles importantes y removía sus cosas para que se exasperara. Dominic solo lo había mirado y había procedido a organizar todo con calma y precisión. Luego, Devon se convirtió en un enorme gato negro y se embadurnó de lodo y tierra roja en el huerto de su Excelencia y con todo el barro estampó sus huellas en la carísima alfombra de la oficina y la habitación de Dominic (sin mencionar las de el pasillo). Dominic solo había chasqueado los dedos y las alfombras fueron reemplazadas en un día mientras Alan reía por los pasillos creando eco. De alguna manera, le hizo tener escalofríos.

Devon hizo esto al menos dos veces por semana y era el mismo resultado. Dominic ni siquiera le reclamó. Solo lo observó con plana seguridad y envió a sus lacayos para hacer el trabajo. Esto pasó hasta que Devon se sintió mal al ver el trabajo de los lacayos reemplazando las alfombras. No era justo que los hiciera trabajar solo porque él quería ser molesto. Así que cambió su táctica.

Como destinado de Dominic, Devon tenía acceso a sus habitaciones debido a que su propia habitación conectaba con la de el alpha. Dominic nunca había puesto el seguro confiando en que Devon podría necesitarlo. Grave error, dijo Devon con una sonrisa casi maníaca antes de robar las mejores prendas de Dominic (casi todas, en realidad) y colocarlas en su nido.

El Esposo del DuqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora