De los aposentos de su Alteza real y su marido el marqués de Hydeout, salían ruidos extraños.
—Uhhh...no más—gimió Dilan aferrando el brazo de su marido.
—Vamos, cariño, tú puedes.
—Ya no quiero—volvió gemir.
—Dicen que en el primer trimestre las náuseas matutinas son normales. Así que resiste, cielo—Edward besó la frente de su pálido esposo con suavidad.
—Oh...es tan pequeño y aún así se las ingenia para causar éste desastre.
—¿Terminaste?—el príncipe asintió y Edward lo cargó y lo puso en la cama—Creo que debes quedarte en cama hoy. Los asuntos en la corte pueden esperar.
—No, debo ir para organizar las cosas con el ministro de finanzas. Mi padre me necesita.
—Estoy seguro de que si te necesita, él vendrá a consultarte. Necesitas dormir.
Dilan se recostó en los almohadones y se aferró al brazo de su marido.
—Te amo—susurró Dilan.
—Yo te amo mucho más—Edward intentó besarlo pero Dilan lo esquivó.
—Vomité hace poco—susurró alarmado.
—Pero ya te lavaste los dientes.
—Uhhh...¿No te da asco?
Edward lo besó demostrando su punto.
—Iré a la corte, te avisaré si algo surge.
Dilan suspiró mientras asentía, quedándose dormido al instante.
Cuando Edward entró al palco de la corte, se encontró con Darius sentado en el trono de Dilan. Su pierna derecha estaba sobre la izquierda y tenía un traje azul índigo. Su largo cabello blanco estaba suelto y se derramaba en largos mechones pálidos que daban la apariencia de hilos de plata y su corona, brillaba como si tuviera una luz interna.
—¿Qué está pasando?—preguntó el nuevo ministro de Guerra.
—Está esperando a Alan—suspiró Archer.
En ese momento, Donovan entró al palco con Alan en brazos.
Detrás de ellos, iban los gemelos y sus esposas, la emperatriz, la reina y Shannon, la madre de Alan.
Donovan iba a sentar a Alan en uno de los asientos desponibles. El médico real había decretado que Alan debía permanecer en reposo y no debía alterarse por nada. Su estado era delicado por el momento, y si se alteraba demasiado, podía abortar espontáneamente.
Justo cuando el duque iba a ponerlo sobre la cómoda silla, Alan empujó su pecho y Donovan, a regañadientes lo puso de pie frente al dios.
Darius miraba al pequeño hombre enfrentarlo con sus ojos púrpuras brillantes por la sospecha, a punto de saltar sobre su cuello si era necesario.
—¿Cómo te sientes?—preguntó el dios cordialmente.
—Me sentiré mejor cuando me diga qué hace aquí.
—Si viene a hacer lo mismo que hizo Lux, es mejor que se large—ésta vez habló Shannon poniéndose al lado de su hijo.
Darius abrió los ojos conmocionado.
Allí, frente a sus ojos estaba aquella cambia formas que una vez lo volvió loco. Mucho más joven y menos maltratada, por supuesto. Pero era ella. Su lobo rugía por reclamarla, sin embargo, se retuvo.
ESTÁS LEYENDO
El Esposo del Duque
RomanceEn un mundo al borde de la guerra, dos hombres de distintos reinos son obligados a casarse para sellar una frágil paz. Pero lo que empieza como un matrimonio de conveniencia se convierte en una pasión ardiente que desafía las leyes y las costumbres...