Un Esposo Noble

2K 233 13
                                    

No había dudas, Dilan era un obseso de trabajo.

Se levantaba al alba, vomitaba hasta la bilis cada mañana por las náuseas matutinas. Tomaba un baño, se vestía y asistía a la corte como si nada pasase. Luego de que la sesión terminase, se dirigía a su estudio a planificar y firmar documentos.

Los jueves en la tarde asistía a su padre en la sesión de peticiones de los ciudadanos y el recibimiento de ofrendas. Los domingos, cabalgaba hasta el mercado para observar la situación e higiene del mismo.

¿Y Edward? Edward lo seguía a todos lados preocupado de que se fuese a desmayar o no comiera lo suficiente. 

Sabía que una de las condiciones del matrimonio de ambos, era no intervenir en el trabajo de Dilan y respetar sus decisiones en cuanto a cómo haría las cosas. Sin embargo, Edward no sabía afrontar con el miedo de que algo le pasase. El marqués estaba frustrado porque no sabía si intervenir o seguir cuidando de él entre las sombras.

Dilan sabía desde cierta edad la gran responsabilidad que llevaba al ser el heredero del reino. No importaba que fuese un Omega, él debía esforzarse y ser fuerte para su gente.

A media tarde, Dilan se sentó agotado bajo un arce y suspiró mirando a lo lejos la construcción de nuevas viviendas para los desplazados de Riverstone. Las casitas estaban hechas de madera y el techo también con pisos de piedra lisa para que fuese fácil asear la casa.

Todas las viviendas tenían un pequeño huerto en la parte trasera y contaban con un pequeño soporte para atar los caballos si los habitantes de las mismas poseían uno.

Las casas tenían un pozo a unos 200 metros para abastecerse de agua cada vez que lo requerían y cada casa contaba con varias tinajas de barro para mantener el agua para consumo humano, fresca y limpia.

—Su Alteza—el encargado de la construcción se acercó quitándose el sombrero de paja, abanicándose con él—Su estado es delicado y varios de mis hombres notaron que usted no ha comido más que un bollo de carne a media mañana. Nosotros nos encargamos de lo demás.

—No, necesito estar para cualquier cosa.

El hombre abrió la boca para protestar, pero Dilan lo miró con sus dorados ojos fríos.

El hombre hizo una reverencia y se alejó quejándose entre los dientes.

Edward observó la situación de lejos, ansioso por intervenir, cuando vió a Dilan levantarse y ponerse un sombrero. Al parecer, volvía a la construcción. Sin embargo, Edward vió perfectamente cuando Dilan se detuvo en seco y puso su mano en su vientre.

El Omega se tambaleó y cayó de rodillas sobre el pasto verde.

Edward corrió como alma que lleva el diablo y sostuvo a Dilan entre sus brazos. El alpha estaba preocupado y miró y olió para ver si había sangre por algún lado.

—¡Cariño!—Edward estaba histérico—¡Dime algo, por favor!

—Uhh...tengo sueño—Dilan suspiró y se quedó dormido entre los brazos de su marido.

Edward montó en su caballo con rapidez y cabalgó sobre él lo más rápido que pudo fustigar al pobre animal.

Al llegar a palacio, el médico real fue levantado de su siesta para atender al príncipe heredero. El viejo verificó su pulso con atención y abrió los párpados del Omega para revisar la condición de los mismos.

—¿Qué tiene, doctor?—preguntó Margaret retorciendo sus dedos con preocupación.

—Solo es fatiga. Está embarazado y por lo que sabemos, los malestares del embarazo son bastante fuertes para él. Su Alteza se está sobre esforzando y es bastante peligroso en los primeros meses de la gestación. Le recomiendo que descanse. Debe reposar tanto como pueda o podría tener un aborto.

El Esposo del DuqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora