Almas Gemelas

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La primavera éste nuevo año había venido con tranquilidad. El rey Dilan estaba esperando retirarse del trono y ceder el poder a su tercer hijo, James. La princesa Danielle y su hermano John habían decidido ser nómadas y odiaban ir a la corte cada día, sin embargo, James tenía el porte de la realeza, por tanto, Dilan y Edward, pensaban dejarle el trono y así, ellos disfrutar un poco más de sí mismos.

León y Archer habían cedido el trono a su hijo Arthur y de los hermanos de Alan, solo Axel quedaba con vida, puesto que Alex, murió siete años atrás y poco después, murió su esposa. Ambos vivieron felices hasta que murieron.

Dilan pensó en ir a visitar a su hermano y así ver a Alan, quien últimamente pintaba más a menudo aunque su salud estaba bastante deteriorada.

Como todas las mañanas desde aquel invierno, el duque se levantó de su cama para recoger una de las rosas de Cadogan que crecían en el invernadero. No dejaba que nadie más lo hiciera por él, solo él mismo debía buscarla y ponerla en el desayuno de su amado esposo. Esa mañana, se levantó con dificultad, ya estaba viejo y se sentía cansado.

Se colocó una bata sobre el camisón y miró a su hermoso esposo dormido en la cama. Respiraba suavemente y aunque su rostro se había arrugado con los años, para él, seguía siendo aquel joven del cual de enamoró a primera vista. El viejo duque se inclinó y besó la frente de su esposo. Alan se removió y murmuró su nombre, pero no despertó.

Donovan bajó las escaleras y el nuevo mayordomo hizo una reverencia a su paso. Los sirvientes que habían llegado nuevos hacen algunos años, todavía se sorprendían al ver a su amo cada día bajar para cortar una rosa, ir a la cocina y ponerla en la bandeja del desayuno de su marido. Era un gesto hermoso, debido a que las rosas nunca se dejaban cortar sin herir a quien lo hiciera. Solo Alan y sus hijos, podían cortar las rosas sin ser heridos, sin embargo, en los dos últimos dos años, Alan ya no tenía fuerzas para colectar sus rosas favoritas, por lo que su hijo Andrew al junto de su hija Rose, siempre cortaban montañas de flores para él, aunque para Alan, la solitaria rosa en cada uno de sus desayunos significaba muchísimo más.

El duque cortó la rosa esperando que la misma le pinchara los dedos como cada día, pero, cuál fue su sorpresa que ésta vez, la rosa no había causado ninguna herida. Feliz y contento subió para contarle a su esposo. La rosa en sus manos se veía llena de vida y el rocío se posaba en los delicados pétalos púrpura.

Al entrar, el duque movió el dosel y lo llamó. Pero su marido no respondió.

Alan se había ido.

El corazón del duque dolió por un momento, sin embargo, calmó el dolor y se acostó a su lado. Puso la rosa en medio de ambos y jaló el cuerpo inerte para abrazarlo. Allí, tarareó la canción favorita de Alan recordando todos aquellos momentos felices a su lado. Cómo cuando se conocieron, el primer beso de ambos, su boda, cuando Alan reconoció que lo amaba...también el nacimiento de sus hijos: Andrew, Dominic, Rose, Clinton, Dane y Margerite.

Donovan se quedó dormido recordando la risa de Alan y allí, a los pocos minutos de su esposo fallecer, el duque de Edevane, también murió.

Eran las once de la mañana cuando el mayordomo, preocupado por sus amos, abrió la puerta. Los encontró abrazados sobre la cama. Ambos con una sonrisa llena de paz y una rosa púrpura entre ellos. El mayordomo informó de esto a los hijos del duque quienes lloraron amargamente cerca de la cama de sus padres.

Los sirvientes prepararon todo para el funeral, sabiendo que a ambos les gustaría tener una sola tumba, por lo que enviaron a construir un ataúd lo suficientemente grande para dos cuerpos.

Todos lloraban amargamente la pérdida de ambos hombres. Hombres amorosos y pacientes. Sabios y dadivosos. Excelentes esposos, perfectos padres y amigos. Empero, no muy lejos, un joven Alan esperaba pacientemente bajo un árbol de magnolias. Tenía puesto su traje de bodas y trataba de comerse las hermosas flores cuando la sombra de un alpha vestido como en su boda se cernió sobre él. Alan observó a su marido con una sonrisa y extendió la mano para que éste lo levantara del suelo.

El Esposo del DuqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora