Los gritos de Alan se podían escuchar en todo el castillo. Debido a sus piernas inútiles, no podía levantarse de la cama sin ayuda. El efecto de la medicina se había ido hace tiempo y Alan se encontraba solo en la habitación puesto que Donovan había salido un momento. Los sirvientes tenían la orden de no dejarle salir y aunque Margo lo quería como su propio hijo, desobedecer implicaría su ejecución.
Alan estaba asustado. Tenía miedo de que su matrimonio se volviese una pesadilla. También se sentía culpable, puesto que había llevado a su marido a un punto de quiebre. Lo había roto y necesitaba estar cerca de él para repararlo.
Estaba oscuro y la luz que emitía la chimenea era lo único que iluminaba la habitación. Con una daga, Alan puso las manos sobre la alfombra y se arrastró en dirección a la puerta. Ató la daga a su muslo y avanzó con cuidado. El dolor en la parte baja de su espalda era horrible, pero debía llegar a la puerta. Después de diesciséis largos minutos, llegó a la puerta. Desató la cinta en su muslo y se sentó como pudo. Aún así, el pomo de la puerta estaba muy alto.
Alan alargó la mano para agarrar el brazo de una silla cerca de la puerta e impulsándose y con un grito lleno de dolor, pudo ponerse de pie. Con la mano libre, usó la daga para romper el cerrojo. Una estocada tras otra abrieron un agujero en la madera, para que el pomo, cayera desencajado a un lado. El lobo se dejó caer al suelo y se arrastró por el pasillo hasta las escaleras.
Donovan acababa de llegar y mientras se quitaba las botas de nieve, vió un bulto blanco arrastrarse en lo alto de las escaleras. El alpha estaba mudo y no reaccionó a tiempo. Alan puso una mano en un escalón, pero ya sea por el cansancio, los restos del medicamento o por el sudor, su mano tembló y rodó hacia abajo. Algo se rompió, pues sonó un crujido. Una explosión de dolor se sintió en su costado derecho y su cabeza se sintió pesada.
—¡Alan!—gritó Donovan—¡Alan, despierta! ¡Llamen a un doctor!
Donovan tomó a Alan en sus brazos. Un pequeño hilo de sangre se deslizaba sobre su ojo y tenía una raspadura en la mejilla.
—No vuelvas...—A Alan le estaba costando hablar debido a que tenía al menos dos costillas rotas. Nada que fuese grave pero le dolía respirar—A encerrarme. Si lo haces...esto se termina.
—Es que yo no...
—No es que no puedas, Donovan—gruñó Alan—Hablaremos cuando me den algo para el dolor...el dolor es horrible. No te atrevas a huir...no te vayas...no me dejes solo.
***
—Solo tiene una costilla rota y el corte sobre su ojo es mínimo, no necesita puntos—dijo el doctor.
—Graci...
Antes de que Donovan pudiese agradecer, fue jalado con fuerza y lanzado a la pared. Los cuadros del salón vibraron por el golpe y se sintió desorientado por unos segundos.
—¿Qué?...
El doctor salió de inmediato, ansioso por escapar de las costumbres violentas de esa familia. Había sobrevivido a otro día.
—¿Cómo te atreves?—rugió Darius. El dios se veía amenazante y sumamente aterrador. Sus ojos púrpuras ahora eran tan rojos como llamas ardientes y solo tenían la palabra sangre escrito en ellos.
—¡Cariño, déjalo!—dijo Eleonor sobresaltada.
—No, Eleonor—dijo Dilan cruzado de brazos—Se merece una paliza.
—Yo...no quería hacerle daño.
—¡Así hablan los cobardes, maldita sea!
—¿Podría traer un poco de té y galletas, Margo?—dijo Dilan sentándose en el mueble—Por favor, siéntese, mi señora.
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El Esposo del Duque
Roman d'amourEn un mundo al borde de la guerra, dos hombres de distintos reinos son obligados a casarse para sellar una frágil paz. Pero lo que empieza como un matrimonio de conveniencia se convierte en una pasión ardiente que desafía las leyes y las costumbres...