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El sonido del choque de espadas y las respiraciones agitadas llenaban el campo de entrenamiento.

- ¡Eres demasiado lento JiMin!- JungKook gritó mientras arremetía brutalmente contra el ahora joven de diecinueve años.

- Eres un demonio de primera clase JungKook- sus músculos estaban cansados y dolían- Está pelea es un poco injusta.

- No sabía que la mascota del amo era tan quejica- y en cuestión de segundos la espalda de JiMin estaba a nada de cortar la cabeza de NamJoon.

- Cierra la puta boca Nam- advirtió el joven.

- JiMin baja la espada ahora- ordenó JungKook- Y tú- se acercó a NamJoon- eres más maduro que esto, te pudo haber volado la cabeza, imbécil.

- Vamos Kook, solo lo motivaba- le dió una sonrisa con hoyuelos a JiMin- Y funcionó.

JiMin pasó una mano con frustración por su, ahora, cabello azul, soltó un bufido y se fue. No tenía ganas de seguir con eso, aparentemente era muy gracioso burlarse de sus sentimientos hacia el amo del infierno, y era demasiado malo disimulando.

Dos años atrás había concluido sus actividades escolares obligatorias, pero desde los quince YoonGi lo había puesto a entrenarse en pelea con JungKook y NamJoon, si le preguntaban a él era completamente innecesario ya que el infierno era un lugar tranquilo dónde lo más interesante era torturar almas.

Tras tomar un baño relajante, concentró su energía para solucionar el dolor de sus músculos, el arte de la magia cada vez se le daba mejor y aunque solo hacia cosas pequeñas le era muy útil principalmente cuando la pereza le ganaba.

JiMin se sentía feliz, llevaba una buena vida junto a los demonios, Cerbero, los ángeles caídos y desde luego con YoonGi. De solo pensar en este último su corazón latía frenéticamente y se sentía ruborizar.

Recordaba a la perfección el momento en el que supo de su enamoramiento por Lucifer, fue cuando el tenía dieciséis y en un intento por probar un encantamiento del vuelo se lanzó por uno de los riscos más altos, naturalmente no funcionó y solo esperaba el feo impacto, pero antes de eso llegó él, levitando en el aire sin necesidad de alas como los ángeles y sin necesidad de encantamientos; detuvo su caída y lo cargó hasta el suelo.

<<Estás demente JiMin, nada de magia para ti, nunca más ¿Entendiste?

- Pero... Yo solo quería...

- Y una mierda JiMin, ¿No sabes lo que hubiera pasado si no llegaba a tiempo?>>

En ese momento se puso a llorar, no por el miedo a morir, si no por el regaño de Satanás, nunca antes le había gritado, menos con esa voz que usaba para intimidar a los demás. Más el débil corazón del diablo se suavizó ante las lágrimas y lo envolvió en un abrazo.

<< No quiero perderte Minie>>

Luego de esas palabras, JiMin no había sido el mismo, y lo agradecía.

Iba corriendo por los pasillos del castillo para llegar a la oficina del amo, como ya era costumbre no se molestó en tocar y entró.

- ¡YoonGi!

- Hola bestia invasora y sin modales- el pelinegro yacía encorvado sobre un montón de papeles que seguramente iba a archivar.

- Pero así me amas- coqueto JiMin le lanzó un beso provocando que YoonGi virara los ojos, porque si JiMin era malo ocultando sus sentimientos, YoonGi era terrible notando indirectas- ¿Hay trabajo para mí?

- Aún me pregunto ¿Por qué tú obsesión con esos tipos?

- No lo sé, es casi un instinto YoonGi- al igual que cuando era un infante, el peliazul se fue a sentar en el regazo de Lucifer, claro que ahora el era notoriamente más alto, a solo un centímetro de alcanzar al amo. El pelinegro detuvo sus actividades y se concentró en darle el abrazo que sabía JiMin quería.- ¿Entonces no hay nada?

- No, no ha llegado...

- Amo, un nuevo cargamento- RyuJin entró sin avisar- Cincuenta personas de Seúl.

- ¡¿Qué nadie en este lugar sabe lo que es tocar una puerta?!- El tercer ojo de Lucifer apareció y algo de fuego empezó a extenderse en las paredes, para evitar un accidente y en vista de que el pobre RyuJin estaba temblando, mordió a YoonGi en el cuello, haciendo que regresará a su forma original- Deja los papeles y vete.

El mensajero no espero más, dejó unas carpetas en el escritorio y huyó despavorido.

- No deberías ser tan malo YoonGi- apuntó JiMin.

- Todo esto es tu culpa- lo miró con falsa molestia- Desde que no sigues las reglas todos piensan que no deben seguirlas- con el jóven aún en su regazo inicio a examinar las carpetas.

- O quizás estás perdiendo tu toquee- con voz cantora quiso bromear ganándose una mirada dura de su mayor- Yah, solo dijo que deberías aprender de mí, todos aquí me temen.

- Si y eso es porque si te hacen algo los mando al infierno bajo- Sus ojos llegaron a una carpeta que lo hizo suspirar y se la dió a JiMin- Supongo que estás de suerte.

- ¡Yeiii!- de un salto se levantó y atravesó la oficina- Te veo en la noche YoonGi.

Desde hace un año había iniciado a trabajar como castigador del sector de violadores, esos humanos eran un asco tanto hombres como mujeres, desde que supo sobre ellos no dudó en hostigar a Lucifer hasta que aceptó darle el trabajo y vaya que el lo disfrutaba.

La mente de esa escoria era tan débil que bastaba un poco de su magia para volverlos locos, nisiquiera debía usar la fuerza bruta, solo crear un escenario en sus mentes que ellos creían verdadero.

Cuando llegó al sector V, las puertas se abrieron para él, una a una recorrió las celdas de los que ya se había encargado hasta llegar al centro donde no había más que un espacio plano con dos bancos, uno de ellos ya era ocupado por su presa.

- Muy bien hijo de puta- se detuvo frente al sujeto analizando su rostro- Dame tu nombre.

- Oh GeumYa- ¿Umm? Ese nombre se le hacía familiar, ignorando el pensamiento avanzó a la invasión de su mente.

Lo primero que vió fue a ese tipo con menos años entrando a una habitación, mientras más miraba su rostro más conocido se le hacía, en el recuerdo había un niño durmiendo en la cama, que con el crujir de la madera se levantó asustado.

- ¿Profesor?- esa voz, sin ser consciente, la barrera mental de JiMin sufrió una decena de fisuras. Eso lo descolocó y sacó de la mente contraria.

Estando fuera, una ira nunca antes experimentada se coló en su sistema y lo hizo enloquecer, no usaría las ilusiones, con una línea de fuego hizo aparecer su espada y cortó por la mitad a GeumYa, la sangre del cuerpo brincó, manchando su ropa y rostro; con la lengua limpio y saboreo la sangre que había quedado en sus labios.

Pero no era suficiente, JiMin quería más.

PRINCE OF HELLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora