|| 03 ||: BAILE

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El blanco es un color que representa la inocencia y la pureza. Un color que en Khelvar solo se usaba para el doloroso momento del duelo o la alegría de un compromiso y la consumación del mismo frente al altar.

Un color curioso, en realidad, no solo por lo difícil que resultaba mantenerlo intacto en una prenda, sino por la felicidad y esperanza que representaba para nosotros. Dos sentimientos que no compartía en lo absoluto.

—Se ve radiante, Majestad.

Miré a Bastian a través del espejo. Llevaba un traje marrón claro, su cabello oscuro y largo estaba peinado hacia un costado de manera elegante y que hacía parecer sus ojos marrones más claros de lo que eran.

Suspiré con irritación y volví la mirada a mi reflejo.

Un vestido ligero y de seda suave, de mangas largas y de encaje, ceñido a todo mi torso, con la tela blanca subía hasta cubrir la mayor cantidad de mis pechos y luego el encaje se juntaba con el que cubría mis mangas para subir hasta cubrirme la base del cuello; con diamantes pequeños en los bordes de las muñecas, del cuello y de la cintura para hacerme resaltar. Mi cabello estaba sujeto en un moño alto, rodeado por una trenza y con pequeñas perlas adornándolo.

—Me veo ridícula—aseguré.

Me giré para ver como Bastian trataba de contener una sonrisa de diversión respecto a la escena. No había llevado un vestido blanco en años, era extraño verme reflejada en un color que parecía burlarse de mis actos además de que el trabajo de mis doncellas ocultaban a la perfección mi verdadera apariencia.

—Es extraño verla con un tono tan claro—confirmó Bastian con diversión—, pero no por eso se ve mal, Majestad.

Blanqueé los ojos con descaro, causando la risa de mi consejero. Me senté en uno de los sillones nuevos que tenía la habitación y me froté las sienes con cansancio.

Me dolía la cabeza por todo lo que tenía que pensar, de las cosas de las que me encargaría esta noche y que tuve que hacer un lado por los caprichos del rey y la cantidad de nobles que esperaban en uno de los salones.

Y como si eso no fuese suficiente, también tendría que convivir con los invitados del reino vecino, fingir que sus pláticas me eran de interés y tener que aguantar las ganas de marcharme en cuanto la primera persona me pidiera una pieza.

—Todo saldrá bien—aseguró Bastian, sentí su roce cálido en mi hombro—. Sabe que permaneceré a su lado y le ahorraré las convivencias indeseadas hasta la medianoche.

Tuve que apretar los labios para no sonreír. Bastian era bastante atento conmigo aunque no lo mereciera, estaba dispuesto a interceder por mí para evitarme una conversación innecesaria o un disgusto, anticipándose a mis necesidades y siempre a mi lado con una sonrisa amable en el rostro.

Bastian era una persona maravillosa y yo sabía cómo terminaban esa clase de personas.

No permitiría que a él le sucediera.

Respiré profundo y sacudí la cabeza en una negativa, porque por mucho que tuviera interés en evitar tanta conversación como fuera posible, necesitaba a Bastian en otros asuntos de los que yo no podría de encargarme, por ahora.

—Para mí desgracia eso no va a poder ser está noche—admití de mala gana—. Necesito que hagas un par de cosas esta noche, Bastian.

Los ojos marrones de Bastian se posaron en mí, alertas pero con una absoluta disposición a cumplir cualquier tarea que le encargara. Sin importar cual fuera.

—¿Qué tengo que hacer?

—La lista—señalé el tocador—. Lamento romper tus ilusiones si esperabas disfrutar del baile.

Luna OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora