|| 10 ||: HERIR

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Habíamos partido de la ciudad de tierra al amanecer, Edmund no había hecho acto de aparición pero había suficientes guardias esperando por nosotros afuera como para saber que había esperado el momento en que nos marcháramos.

Los caballos habían esperado afuera por nosotros ya descansados y alimentados. El Coronel solo se subió al suyo solo cuando yo lo hice. Nos escoltaron fuera y uno de los guardias me informó que el destacamento debería de haber llegado ya a los campamentos de guerra.

—Eso espero—le había dicho yo, bajo el brillante rayo de sol—, díganle a Edmund que si no cumple con lo acordado me veré en la obligación de volver y no lo haré de tan buen humor.

Algo que era una certeza.

Me sentía incluso peor que ayer pero el Coronel había hecho el favor de ignorarlo. La cabeza me palpitaba como si se me fuera a explotar, no soportaba ni siquiera la textura de la ropa sobre mi piel porque se sentía como si se tratara de rocas y estaba tan mareada que todo me daba vueltas.

Reemprendimos la marcha para encaminarnos a la maldita montaña pero fue mucho más tardío de lo que pensé porque cada tanto teníamos que detenernos para no vomitar sobre el caballo. Y aunque no decía nada sí que sentía su presión visual silenciosa cada vez que me montaba de nuevo en la silla, un rasgo que para mí desgracia compartía con Bastian.

Pasaba del medio día cuando me levanté del suelo luego de vacía por tercera vez mi estómago cuando vi que se interponía en mi camino de vuelta hacía el caballo. Respiré profundo para tratar de no alterarme más.

Sabía lo que quería darme a entender pero no le había pedido un consejo o una evaluación de mi estado físico. Me importaba bastante poco lo que él pudiera pensar al respecto.

—No—espeté con seriedad antes de que pudiera decir nada—. No está a discusión.

Lejos de obedecer, como dictaba su maldita posición, se mantuvo en su lugar y su cruzó de brazos como si eso de inmediato dibujara una separación entre el caballo y yo.

—Tiene que reconsiderarlo—parecía más una orden que una sugerencia—. No podemos seguir por más tiempo, no con su condición actual.

—No pedí un consejo, Coronel.

—Y yo no estoy dándole un consejo, Princesa

No estaba en condiciones, y aunque lo estuviera, para recibir órdenes de alguien notablemente inferior a mí y que no tiene más autoridad que el caballo para ordenarme nada.

—Se está extralimitando.

—En absoluto—aseguró—. Es mi responsabilidad velar por la seguridad de mi futura reina incluso en contra de su voluntad.

—No voy a permitir que usted me diga lo que puedo o no puedo hacer—espeté con molestia, dando un paso más para encararlo—. Su único trabajo es obedecer, para eso fue que lo traje así que limítese a hacer su maldito trabajo.

—Soy el encargado de su seguridad dentro y fuera del palacio—lo dijo con tanta calma que solo me irritó más—, usted misma me concedió esa posición por lo que su salud e integridad son mu única prioridad.

—Coronel—le advertí bajo, conteniendo el enojo—, no me haga arrepentirme de la decisión que tomé.

—Mi intención nunca ha sido esa, se lo aseguro. Le dije aquella tarde que me aseguraría de ser digno de la confianza que depositó en mí para el cargo y eso es lo que planeo hacer.

Una punzada de dolor me recorrió la cabeza y tuve que contener un jadeo ante el doloroso escalofrío que me recorrió el cuerpo. Tanto que incluso, durante unos segundos, mi mirada se nubló y sentí que me tambaleaba.

Luna OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora