|| 04 ||: GOLPES

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Era difícil luchar contra la necesidad básica de dormir. Imposible. Ingobernable. Y aun así lo intentaba con fuerza día tras día para retrasar aquello tanto como fuera posible.

Saberlo no evitaba que un escalofrío me recorriera el cuerpo cada vez que luchaba por mantener mis parpados abiertos mientras el cansancio se asentaba en mi cuerpo. No tenía ninguna responsabilidad el día de hoy y nada evitaba que me tirara en la cama para permitirme caer en la inconsciencia, pero no todavía, no cuando el palacio estaba despierto y no podría controlar quien... me escuchaba.

Lo que no ayudaba a mi lucha era mi inmovilidad y el rítmico sonido de las gotas de lluvia que golpeaban la ventana junto a los ocasionales truenos que aumentaban la banda sonora de la naturaleza.

Exhalé contra el cristal de la ventana para empañarlo y tracé en ella un símbolo que no me atrevía a grabar en mi piel, uno que lo haría todo más fácil pero que... no tenía el valor para hacer.

Patética.

—Majestad.

Me distraje ante la suave voz de mi consejero, quien ante mi silencio entró en la habitación en tanto silencio como la madera se lo permitía. Borré el símbolo de la ventana antes de que mi consejero lo viera porque había cosas que ni siquiera él necesitaba saber.

—¿Has terminado ya?—cuestioné con indiferencia.

—No Majestad.

—¿Entonces qué haces aquí?

No era propio de Bastian procrastinar ante cualquier actividad que le encargara así que debía de tener un motivo de peso para arrastrarse a mi habitación a sabiendas que no quería verlo hasta que no tuviera las respuestas que necesitaba.

—Majestad, debe de cambiarse de ropa.

No me molesté en apartar la mirada de las gotas de lluvia que se deslizaban con rapidez en el exterior del cristal dejando un espacio que era rápidamente ocupado, aunque si agradecía la interrupción de mis propios pensamientos.

A Bastian no le sorprendía encontrarme solo con la delgada tela que usaba para cubrir mi cuerpo para descansar porque era que hacía cuando no tenía ni una sola responsabilidad que atender y mientras él no terminase con lo pedido no tenía nada más en que ocuparme.

Aun así su afirmación era inesperado.

—¿Por qué debería de hacerlo?, no tengo nada que atender fuera de mi habitación.

—Sí que lo tiene, Majestad—aseguró—. No puede olvidar que hay invitados.

—No son mis invitados—me encogí de hombros—, si el rey se marchó a la frontera a resolver sus asuntos debió de considerar enviar a sus invitados de vuelta a su reino.

Porque el Rey Thesan Morthem había decidido unirse a las múltiples felicitaciones que habían llegado por mi compromiso, una noticia que se extendió como el fuego anoche, con un considerado y masivo ataque en la frontera noreste donde acabó con todo el regimiento.

En cuanto uno de los guardias me informó de aquello supe que el rey no tardaría en desaparecer y mi hermano le seguiría de cerca, por lo que mi única preocupación sería esperar un nuevo listado mientras me llenaba de la suficiente fuerza de voluntad para enfrentarme a la pila de cartas de la nobleza con quejas y solicitudes que debía de atender. Porque al parecer ninguno de ellos sentía que tenía el número suficiente de guardias a su disposición ni la cantidad necesaria de comida para sobrevivir.

—El Rey Deizon no se ha marchado del palacio, Majestad.

Aparté la mirada de la ventana, sin molestarme en levantarme de la ventana, para ver como Bastian apretaba los labios con fuerza para no dejar entrever la preocupación que aquella información le había generado.

Luna OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora