—Descansaremos aquí.
El fuerte zumbido en mis oídos apenas me permitió oír la orden del Coronel, una que en cualquier otra circunstancia habría ignorado pero ahora no tenía la fuerza para mantenerme sobre el caballo ni un minuto más por lo que nos detuvimos en un pequeño claro.
Llevábamos al menos dos horas sobre los caballos y haber recorrido todo este tiempo ocultándonos en bajo la sombra de los árboles del bosque no impedía que estuviera temblando como si estuviera caminando bajo el rayo directo del sol junto a un temblor que me hacía parecer estar al borde de la hipotermia.
Me bajé del caballo y tomé las riendas para llevarlo a un estrecho río para que bebiera agua. Un escalofrío me recorrió el cuerpo cuando el sol me envolvió. Estaba segura de que tenía el vestido empapado en sudor, lo que además de asqueroso era patético.
—Tenemos que volver al palacio—demandó con firmeza el Coronel detrás de mí—, está—
—Sé muy como estoy—lo interrumpí irritada—y eso no va a evitar que vaya a donde debo ir.
El enorme animal a mi lado se inclinó para beber agua al instante.
—Está poniéndose en peligro, Princesa, su salud está en riesgo.
Lo había hecho toda mi vida.
Aún no iba a decirle que Bastian se pasaba tres cuartos el día diciéndome lo mismo y no había escuchado sus palabras ni una sola vez en los años que llevaba a mi lado, teniendo eso en cuenta no había ni una mínima posibilidad de que tomara su palabra en consideración.
—Necesito que haga algo—ordené ignorándolo—, hay un pequeño pueblo a veinte minutos de caminata hacía el este. Necesito que vaya y consiga lo necesario para reanudar el camino y ropa de cambio que no llame la atención.
Porque tenía todo el cuerpo sudado, porque estaba temblando y la tela del vestido era demasiado pesada como para soportarla en caso de que tuviéramos que hacer algo más que caminar.
Lo que era más que probable si teníamos en cuenta el camino que se venía.
—No voy a dejarla sola—dijo con firmeza.
De ser en otra ocasión, y quizás en otra vida, me habría permitido sonreír porque el Coronel no iba a correr el mismo riesgo de confiar en que me quedaría como lo había hecho el Príncipe Ascian. Él no iba a dejarme sola porque podía simplemente irme y dejarlo a dos horas de la ciudad con un caballo y sin la persona a quien se suponía que debía cuidar.
Astuto y precavido. Unas características interesantes.
—Me quedaré aquí a esperarlo—ignoré el hormigueo de dolor que me recorrió el cuerpo entero cuando me giré sobre mis talones para encarar al Coronel—, la otra alternativa es acercarme al pueblo y correr el riesgo de que alguien que no debería me reconozca y decida seguirnos.
Aunque estaba a unos pasos de distancia pude ver con claridad cómo se tensaba y apretaba sus labios con fuerza porque había debía reconocer que correr ese riesgo no solo era ridículo también innecesario. El Coronel Morgen, en el peor de los casos, podría pasar como un soldado enviado por Aphud que se dirigía a los frentes de guerra.
—Aquí corre el mismo riesgo que si me acompaña—dijo con seriedad.
—Nadie se adentra tanto en el bosque—murmuré con calma, tratando de que no me temblase la voz—, la mayoría cree que en la noche los caminos del bosque se enredan para llevar a cualquiera al corazón del bosque para que nunca puedan escapar y por eso la mayoría prefiere mantenerse lejos antes de correr el riesgo de lo que estar dentro cuando el sol se esconda.
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Luna Oscura
FantasyTendría que comprometerme por el bien de mi reino. Debía de ceder mi poder, mi autoridad y mi derecho de nacimiento solo para finalmente terminar la guerra. Pero lo haría a mi modo. Ni el rey, el consejo o mi prometido, ni nadie se atrevería a...